Llorenç Córdoba. | Archivo

La última del sainete de Formentera, ha sido la expulsión este fin de semana de Llorenç Córdoba de Sa Unió. El presidente y diputado autonómico enrocado en los cargos conquistados en las urnas y sus ahora ya ex compañeros de coalición escenificando el enfado públicamente, pueden parecer el último capítulo de una crisis que ya dura mes y medio. Pero nada más lejos de la realidad.

Me atrevo a decir que es justo ahora cuando empieza una legislatura, después de unos meses más bien inertes, en los que se ha estado más pendiente del movimiento de sillas que de las necesidades de los ciudadanos que votaron un cambio radical en la institución.

El escenario que queda es el de un presidente no adscrito, sin el apoyo de sus consellers, pero al mismo tiempo libre de cualquier disciplina de partido. Por tanto quedan 8 consellers gobernando y 8 consellers en la oposición y un presidente/conseller que puede votar lo que le parezca sin dar explicaciones a nadie.

El compromiso electoral de Sa Unió fue el motivo por el que los ciudadanos le otorgaron confianza ciega y ya es hora de que se pongan a trabajar con la altura de miras suficiente para superar rencores, dejar a un lado egos y desinflar la tensión que se respira en la isla.

Por su parte la oposición de Gent per Formentera y PSOE son los únicos que han tenido un comportamiento coherente en todo este dantesco asunto y ahora van a ser decisivos. Sus votos deberían ir encaminados únicamente a la aprobación de aquellos asuntos que mejoren la vida de los ciudadanos, dejando a un lado legítimos intereses partidistas.

Viene un periodo en el que los 17 miembros del pleno del Consell van a tener que demostrar una habilidad política y una capacidad negociadora para la que no se si están preparados. Veremos.