Durante 16 años de mi vida fui guardia civil de la Agrupación de Tráfico. Estuve destinado en los equipos de atestados, encargados de la instrucción de diligencias por delitos contra la seguridad del tráfico y por accidentes graves. Los controles preventivos y las pruebas de alcoholemia constituían el 70 por cien de nuestra carga de trabajo. Cuando yo entré en Tráfico, en el año 1995, la tasa máxima de alcoholemia era de 0,60 mg/l pero fue reducida a 0,40 mg/l ante la elevada siniestralidad originada por el exceso de alcohol. Entonces, las carreteras eran una auténtica sangría y cada año perdían la vida o resultaban heridas más de 8.800 personas. No quedó más solución que reducir drásticamente la tolerancia con la ingesta de alcohol al volante. Gracias a eso se consiguió minorar la accidentalidad en carretera.
Opinión
Lorenzo conduce beodo
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