En las Pitiusas faltan profesionales cualificados de todo tipo y de cualquier ramo. Incluso funcionarios porque ya hace años que se sabe que las plantillas de muchos servicios públicos esenciales, están por debajo de lo necesario, con la consiguiente merma en la calidad y la sobrecarga de trabajo que padecen las exiguas plantillas que sí trabajan. La DGT no se libra y si uno tiene que hacer un trámite, tarda semanas en conseguir una cita presencial. O ir a una gestoría y pagar lo que te pidan por una gestión que, en circunstancias normales, podrías uno hacer personalmente, pero por la falta de personal, pues no puede.
El problema no es nuevo y viene motivado por la carestía de la vida en Ibiza y Formentera, y en especial el coste de la vivienda. Si un trabajador, público o privado, se tiene que dejar medio sueldo en alquilar una habitación, pagando lo que en la península le pedirían por alquilar un piso más que decente, pues está claro que muchos optan por largarse de aquí, por mucho que les guste vivir aquí. Faltan médicos, enfermeras, guardias civiles, policías, conductores, cocineros, camareros… Falta de todo y sobra codicia. Y vaguería, porque hay que tener la sangre de horchata para gobernar en las islas y que los problemas se eternicen, sin que nadie sea capaz de meterles mano y solucionarlos de una vez por todas. Los obstáculos con que los trabajadores se encuentran en Ibiza y Formentera parecen no tener remedio. Y ante esta perspectiva tan poco halagüeña, es lógico que nadie quiera venir a trabajar aquí y que incluso los que quieren quedarse, se tengan que ir con todo el dolor de su corazón. La pena es que a nadie le duele esta enfermedad crónica que sufrimos y que va camino de convertirse en incurable.
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