Pese a que climatológicamente no podamos dar por finalizado el verano, lo cierto es que la próxima semana se inicia el que será el último curso de la legislatura. Después de un verano de terribles incendios y temibles olas de calor, en cuatro días volveremos a la rutina. Vuelta a los colegios, a los trabajos, a los atascos... atrás han quedado unos días en los que todos hemos tratado de coger aire después de dos años en los que nuestra movilidad ha estado parada y luego condicionada por el miedo. La pandemia ha sido algo más que el ataque de un virus feroz.
Volvemos pues a la normalidad, salvo que en esta ocasión nuestra normalidad va a estar condicionada por la crisis económica, por la incertidumbre, por la invasión de Ucrania y por las elecciones del mes de mayo, antesala de las elecciones generales.
En este contexto cabe esperar de todo salvo sosiego y será en el campo de juego político en el que veremos la exacerbación de las diferencias y, por consiguiente, el permanente debate que si en lo que llevamos de legislatura no se ha caracterizado por su altura, ahora es muy probable que todo se embarre.
Como a Pedro Sánchez le conocemos más y mejor que a Alberto Nuñez Feijoo, es seguro que vamos a ver a un Presidente que, como el ciclista cansado, no va a dejar de pedalear y no habrá propuesta que pueda llevar al Congreso que no saque adelante porque para hablar con sus socios de investidura siempre ha encontrado tiempo, él o sus ministros. Siempre ha estado dispuesto a ceder y ha cedido.
A lo largo de estos años, una de las estrategias, que ya saben fallida, ha sido hacer creer que España estaba llena de fascistas representados por VOX. Como esta estrategia no les ha dado resultado, ahora se trata de hacer ver que el PP no solo no es un partido de Estado, sino un partido insumiso. En la etapa de Pablo Casado, el PP entraba a todos los trapos dando altavoz al propio Gobierno, pero ahora Pedro Sánchez y con el el silencioso y silenciado PSOE ha pinchado en hueso.
En Génova se está ultimando la estrategia que tiene como máxima «no somos oposición, somos alternativa». El trabajo que tienen por delante no es pequeño ni fácil y aunque todas las empresas demoscópicas auguran un triunfo de los populares de lo que ya se ha enterado la nueva dirección del PP es que Pedro Sánchez «no va a tener límites» en la pugna política.
Y para esta pugna se trabaja ya en los cuarteles generales de las distintas formaciones políticas que, en el afán por marcar territorio, el Congreso se va a convertir en un auténtico ring de boxeo. De esta pelea parlamentaria lo único seguro es que Sánchez no va salir perdedor en ninguna de sus propuestas. Necesita de todos ellos no ya para culminar la legislatura sino para volver a gobernar. Trabajará por tejer los suficientes vínculos pensando en 2024. Las elecciones de mayo serán una estupenda prueba para comprobar hasta qué punto y sean cuales sean las circunstancias de España, el diálogo, el acuerdo, entre los dos grandes partidos para asuntos sustanciales no se ha dado ni se va a dar. Esto es tan cierto como irresponsable.
Con el PP, Sánchez no quiere acuerdos, quiere pleitesía, por eso Feijoo va dedicar muy poco tiempo a responder a determinadas afirmaciones del PSOE. «Si somos alternativa, y lo somos, lo último que Feijoo debe hacer es parecerse a Sánchez», afirman en Génova.
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