Cuando los adultos conversan sobre los jóvenes, aparece con cierta frecuencia la expresión «-Es que los chicos de hoy son muy…» comúnmente finalizada con algún adjetivo de tipo peyorativo. Incluso algunos se atreven a añadir la coletilla de «…Nosotros teníamos más valores como el esfuerzo y el sacrificio… que ellos». Achacándoles de alguna manera falta de actitud, de compromiso, etc.
Tengo la percepción que habitualmente se piensa, que los jóvenes de hoy son peores o más incapaces que los de antes. Hace poco leí unas frases que decían: «…los jóvenes son unos malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes... No serán capaces de mantener nuestra cultura…». Muchos de nosotros seguro que no las compartimos, pero admitiremos que son frases que están de actualidad. Lo curioso es que fueron encontradas en una vasija en las ruinas de Babilonia y que están datadas en más de 4.000 años. De esto concluyo que la crítica a la juventud es un hecho universal que se traslada de generación en generación. Incluso podríamos teorizar que un indicador de pertenencia al mundo adulto sería ejercer la crítica hacia los jóvenes.
La frase: «No existe niño difícil, lo difícil es ser niño en un mundo de gente cansada, ocupada, sin paciencia y con prisa» sintetiza con genialidad el análisis de la realidad de nuestra sociedad del siglo XXI. Si estamos cansados, ocupados, sin paciencia y con prisa no existirá un solo niño que no moleste, ni un solo adolescente competente.
Al afirmar que los jóvenes de hoy son peores que los de antes supondría admitir que somos peores educadores que los de antes. Quizás aquí esté el principio reflexivo: ¿son culpables de que sus progenitores tengan que trabajar los dos?, ¿son culpables de tener padres cansados y ocupados para atenderlos?, ¿son culpables de que les demos soluciones fáciles porque no tenemos paciencia para abordar las situaciones?, ¿son culpables de nuestras prisas para todo: llegar rápido, comer rápido, crecer rápido, aprender rápido…?
Los adolescentes de hoy comparten los valores adecuados a su época y evidentemente no son los mismos que los de sus adultos. Me gusta su implicación con el medioambiente, con la tolerancia, con la igualdad, etc. quizás más que comparar deberíamos aprender de ellos.
Personalmente, sólo admitiré que los jóvenes de antes eran mejores, cuando previamente se admita que los padres de antes también eran mejores. Y aun así, pienso que la especie siempre mejora.
ivancastroconsulta@gmail.com
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