Mi televisor de más de treinta años reventó sin más, se quedó frito, llegó su hora como nos llega a todos. Lo mismo le había sucedido a mi audífono, de similar edad avanzada. ¡La defunción de las máquinas! El audífono no lo sustituí, total para qué, ya he oído suficiente en esta vida. Pero con el televisor me dejé convencer, tonto de mí, y el resultado es que desde que tengo una nueva pantalla inteligente (enorme), no hay manera de ver nada. El mando, muy mandón, manda cosas rarísimas, y cada día es más difícil pillar un simple telediario de la 1; los canales y aplicaciones son un laberinto de ofertas disparatadas que ni me van ni me vienen, y encontrar algo cuesta Dios y ayuda. Pero no la ayuda del aparato, para lo cual existen funciones al efecto y los correspondientes botones, porque en ese caso estás definitivamente jodido. No me ayudes que es peor, le dije ya el segundo día. A lo que me contestó, sin venir a cuento, que había nuevas actualizaciones. Es otra costumbre que tiene: abrir ventanas a fin de insertar anuncios o darme órdenes. Por no hablar de las desconexiones súbitas. «Wifi perdido», dice la muy cabrona. «Sin conexión a Internet», se lamenta amargamente. No para de quejarse, como si fuera humana. Menuda inteligencia emocional se gasta. Salta a la vista que mi tele es mucho más inteligente que yo, y en consecuencia, siempre va a la suya. ¡La rebelión de las máquinas! Es igual lo que busque, porque si ella no quiere, no lo encontraré. Casi mejor, porque sus contenidos seguramente también serían demasiado inteligentes, y quizá no los entendería. Como cuando salen esos presentadores histéricos, exaltados, chillones y de una cursilería sobrecogedora. Comunicadores del copón, eso sí. Menos mal que no sustituí mi viejo audífono por uno inteligente, o cualquiera sabe las necedades que tendría que oír. Y el siniestro aviso «No cierre ni se quite ahora el audífono». A que acojona. ¡La venganza de las máquinas inteligentes! No me importa que mi tele sea más inteligente que yo (ojalá escribiera ella este párrafo), pero es que sólo la necesito para ver el canal 24 horas, series coreanas y algunos animes japoneses. Y nada, que no hay forma. No me deja.
Opinión
Mi tele es más inteligente que yo
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1 comentario
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Tiene usted toda la razón, sólo nos quedan los animes y las series coreanas...Las advertencias de McLuhan, "el medio es el mensaje",o del más gráfico gran Frans Masereel en "la rebelión de las máquinas",y no digamos ya del beligerante cyborg-Schwarzenegger,de poco sirvieron. Habrá que iniciar una más seria contrarrevolución.Apáguenla, que Balbín es ahora JJ Vázquez! y todos terminaremos suscritos a FlixOlé sin saber cómo ni porqué...o simplemente denle al mute y pongan a Klaus Schulze, que tan bien supo domar su EMS VCS3.