Como carecen de vergüenza, estaba muy claro que, antes de caer un ministro, traicionarían a una funcionaria de carrera como Paz Esteban. Y todo por contentar a unos independentistas que jamás estarán satisfechos.
Pervirtiendo el lenguaje, Margarita Robles dice que no es una destitución sino una sustitución. «¡No ha pasado nada!», retuerce la realidad al más puro estilo de su jefe monclovita. ¡También podría haber dicho que son daños colaterales de un delirante pacto de Gobierno socialista-comunista-nacionalista! Esta ministra de Defensa solo sabe defenderse a sí misma. Ha perdido su prestigio, pero permanece en el indecente gobierno sanchista, que duerme a pierna suelta da igual el socio.
Es muy grave que, en nuestra historia democrática, tanto socialistas como populares hayan preferido pactar materias fundamentales con los separatistas antes que entre sí. Eso significa que no están por el bien de los españoles sino al servicio de su propia poltrona y unas siglas podridas. ¿Cambiará alguna vez la cosa? Feijóo ofrecía su apoyo pero Sánchez ha preferido hacer caso a los que proyectan romper España. «Es mucho peor que un crimen, es una estupidez», sentenciaría el cínico Talleyrand, asombrado de nuevo por el desaguisado ibérico.
Para entrar en la secta política no es necesario ni estudios ni oposiciones, al contrario de lo que sucede con los altos puestos de funcionariado, que además está sujeto a control. Así no sorprende que los políticos sean cada vez más vulgares y atrevidos a la hora de cargarse toda independencia judicial o «sustituir» a chivos expiatorios.
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