Resulta que cada cuatro años, cinco en este caso, ocurre un fenómeno sin igual. Parece que el tiempo se detiene y se entra en una especie de trance en el que el deporte se convierte para muchos en lo más importante. No hablo de fútbol, ni de baloncesto, tampoco se trata del tenis. Hablo del deporte en lo más amplio de su palabra. Si algo tienen los Juegos Olímpicos es que hacen que un asturiano viva con intensidad, como si se estuviese jugando casi su vida, la subida por una pared de un chaval extremeño de 18 años. Un joven cuya existencia desconocía hasta hace poco más de un mes. Es magia.
Opinión
Cada cuatro años...
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