A las puertas del mes de mayo en Formentera se barrunta la que puede ser una temporada mucho mejor de la que se podía prever a principios de año. No me haga decir qué es, pero se respira esa especie de optimismo contenido entre los empresarios y trabajadores del sector turístico.
Por supuesto, sigue habiendo mucha incertidumbre e incluso algo de miedo, pero si el año pasado el tiempo era el gran enemigo este año el paso del mismo juega a favor.
En la temporada 2020, según avanzaban las semanas, iban creciendo el número de casos a la par que el de fallecidos. Este año, lo que crece es el número de vacunados y vemos como la incidencia va bajando. Formentera tiene, en la situación actual, una ventaja: turismo familiar y de tranquilidad. Se trata de un destino que huye de las grandes aglomeraciones, con una gran oferta de alquiler vacacional en diseminado y sin tener que relacionarse con demasiada gente y, además, con una incidencia acumulada que de momento es de las más bajas de España. Su entorno natural y sus extensas playas permiten disfrutar de muchas actividades al aire libre con total seguridad.
Todos esos condicionantes hacen sospechar que en las próximas vacaciones la isla va a ser una gran deseada por muchos veraneantes. Son muchos los que lo piensan, aunque no lo acaben de decir, o lo hagan con la boca pequeña.
La isla se va preparando en silencio, sin las alharacas de años anteriores, para recibir con sus mejores galas a lo que esperemos que sean miles de visitantes. En nuestras manos está ahora no desaprender lo aprendido y hacer las cosas como toca para evitar dar pasos atrás. Vayamos preparando nuestra mejor sonrisa y la mascarilla, que lo mejor está por llegar.
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