Este domingo, además de ser el Domingo XXXI del tiempo ordinario del ciclo B, es también el día de la fiesta de San Carlos Borromeo, que es titular de una parroquia en nuestra Diócesis, y las fiestas de los santos que aquí veneramos es una buena oportunidad de aprender cosas de ellos para, poniéndolas en práctica, ir tratando cada uno de nosotros ser, como ellos, buenos aquí en la tierra para ser después santos en los cielos.
San Carlos Borromeo., Cardenal arzobispo de Milán, ejerció su vida con gran caridad, ardor apostólico, piedad y devoción. Y buscó entre sus amigos a otros que también eran santos, entre ellos San Felipe Neri, Ignacio de Loyola, y Francisco de Borja. Nació el 2 de octubre de 1538 en la fortaleza de Arona, propiedad de sus padres, los nobles Gilberto Borromeo y Margarita de Médicis, hermana del papa Pío IV. Era el tercero de seis vástagos, aunque la familia vivió la tragedia de la desaparición del primogénito que se cayó de un caballo. Fue un niño devoto, prematuro en su vocación, muy responsable, como lo fue en la asunción de las altas misiones que le serían confiadas.
Cursó estudios en Milán y en la universidad de Pavía, formación que completó provechosamente. Su conducta intachable, en la que se advertía su gran madurez, le convirtió en modelo para otros estudiantes. Tras la muerte de su hermano su hermano mayor determinó ser sacerdote renunciando a sus derechos sucesorios y a los bienes que llevaba anejos. Se doctoró a los 22 años. Unos meses antes, en enero de 1560, su tío Giovanni, elegido pontífice Pío IV tras la muerte de Pablo IV, lo designó cardenal diácono. Con posterioridad le encomendó la sede de Milán, a la que ascendió como arzobispo a la edad de 25 años, y en la que permaneció hasta el fin de sus días.
Gracias a su fe, tesón y energía logró que salieran adelante proyectos de gran calado en circunstancias adversas y sumamente difíciles. Fue un hombre de oración, caritativo, exigente y severo consigo mismo, piadoso y misericordioso con los demás, muy generoso con los pobres a los que constantemente daba limosna; un gran diplomático y defensor de la fe, así como restaurador del clero.
Convocó sínodos, erigió seminarios y casas de formación para los sacerdotes, construyó hospitales y hospicios donando sus bienes, visitó en distintas ocasiones la diócesis, alentó en la vivencia de las verdades de la fe a todos, etc.
Desempeñó también un papel decisivo en el Concilio de Trento y no tuvo reparos en sujetar a los religiosos y al clero con una buena disciplina. Por este motivo, los violentos se cebaran en él al punto de atentar contra su vida, como hizo Farina en su fallido intento el 26 de octubre de 1569. Siendo cardenal en 1572 participó en el cónclave que eligió a Gregorio XIII. Ese mismo año se convirtió en miembro de la Penitenciaría Apostólica.
Cuando en Milán se desató la epidemia de peste en 1576, socorrió a los damnificados, consoló a los afligidos enfermos en los lazaretos y ayudó a dar sepultura a los fallecidos. Maestro y confesor de san Luís Gonzaga, le dio la primera comunión en julio de 1580. Murió muy joven el 3 de noviembre de 1584. Pablo V lo beatificó el 12 de mayo de 1602, y también lo canonizó el 1 de noviembre de 1610.
Buenas actitudes como miembro de una familia, como miembro de la Iglesia, como persona que buscó su formación y así, conociendo lo que es bueno lo practicaba y rechazaba lo que no es bueno ni conveniente. En esto es todo un ejemplo para nosotros. Además fue un buen y gran escritor, y sus escritos eran siempre buenos y nunca haciendo críticas de los demás, cosa que con pena vemos que hacen algunos por aquí.
San Carlos pues, es un buen ejemplo de familia, un buen ejemplo de miembro de la Iglesia, Un ejemplo de persona que busca formarse y vivir de acuerdo con la buena formación.
Que viendo eso en él, eso sean también ejemplos de nuestra vida y así seremos buenos en nuestros años de vida en la tierra.
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