Siendo un joven seminarista escribía en su diario el 1º de mayo de 1903: "Los creyentes inauguran el mes de mayo para honrar al Verbo encarnado. También yo acudo a tus pies con amor, como un niño, para ofrecerte mi vida y mis actos y para pedirte la gracia de amar cada día más ardientemente a Jesús. Unas palabras más para guardar tu nombre en mi corazón, para ofrecerte flores, alabanzas y mis buenas acciones para agradarte y pedirte tu ayuda. Lo que más te va a gustar en este mes será que yo haga esfuerzos continuados, aunque sin tensiones, por cumplir con mi deber de manera perfecta, serena y alegre, sin enfadarme y sin desgana.¡María!, tú que me has engendrado, haz que mi alma, mis pensamientos y mis actos se parezcan a los tuyos".
Estas pocas líneas nos presentan al joven Roncalli como un alma totalmente consagrada a María. Desde el momento en que lo hicieron obispo, tomó la costumbre de rezar el rosario en la capilla, después de la cena, con el personal de su casa.
El 27 de abril de 1959, el Papa Juan XXIII mediante un mensaje radiofónico exhortó a los fieles del mundo entero que durante el mes de mayo dirijan su súplica ardiente a la Virgen por la celebración y éxito del Concilio Vaticano II. En ese mensaje decía: «Esfuércese el pueblo cristiano en postrarse diariamente, durante este mes de las flores, ante el altar de la Virgen, a fin de celebrar con esta intención sus alabanzas y hacer una corona de hermosísimas peticiones del rosario. Si no hubiere facilidad de frecuentar los templos, diríjanle las familias, dentro de las paredes domésticas, sus humildes súplicas. Los que luchan con la enfermedad ofrezcan sus dolores como sacrificio aceptísimo, a fin de hacer propicia a esta madre amantísima. Finalmente, exhortamos a los niños y niñas, que brillan por su inocencia y gracia, que rueguen por esta causa, que tan atravesada llevamos en el corazón, a aquella, que, gloriosa por su hermosura virginal, recibe y escucha de mejor agrado las oraciones de los inocentes». Consciente de la grandeza y de la importancia del Concilio Vaticano II pedió, pues, para ello, la protección de la Virgen y ello como fruto de la oración de todos los cristianos.
El 8 de diciembre de 1960, fiesta de la Inmaculada, el Papa Juan XXIII, en la Basílica de Santa María la Mayor puso el Concilio Vaticano II bajo la protección de la Santísima Virgen María. En esa ocasión el Papa Juan XXIII repitió las palabras de Pío IX que pronunció el 8 de diciembre de 1869 en su discurso de apertura del Concilio Vaticano I: "Tú, madre del amor hermoso, del saber y de la santa esperanza, Reina y defensora de la Iglesia, acógenos bajo tu maternal fe y tutela a nosotros y nuestras consultas y fatigas, y alcánzanos con tus oraciones ante Dios que permanezcamos siempre en solo espíritu y corazón".
Un buen ejemplo, pues, nos deja San Juan XXIII: ante las cosas que hemos de afrontar, pedir la ayuda y la protección de la Virgen y se la podemos pedir porque tenemos devoción viva y eficaz a ella. Continuando, pues, hermanos y amigos de Ibiza y Formentera, con el mes de mayo que este mes, por nuestra devoción real a la Virgen sea Mes de María y ello nos dure y acompañe todo el año.
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