Que bellos son los paraísos. Tan bonitos. Tan perfectos. Tan paraísos. Algunos son románticos. Otros cautivadores. Los menos tan solo eso: paraísos ocultos. Pero en el fondo todos ellos llevan en su interior, algo misterioso, algo que llama poderosamente la atención al ser humano. No sé qué tienen estos, que nos atraen, como atraen a un turista inglés los mosquitos autóctonos de nuestros maravillosos y putrefactos estanques de la sal y humedales cenagosos tan bien cuidados de nuestras islas. ¿Será porque estos, en términos arguiñanos, están, ricos-ricos?
Siempre me han hecho ilusión los paraísos y las cosas chupis. Me debe venir desde niño, porque ya me hice preguntas cuando vi Cinema Paradiso por primera vez. Alguien se preguntará qué demonios tiene que ver un film de Fellini con el paraíso, y yo les respondo que en principio lo tiene todo y a la vez nada. Tan solo la historia de unos humanos que viven en un lugar cansino y aburrido, y que para salir del hastío se montan un cine y le llaman paraíso. Imagino que si no les hubiera importado un comino, le hubieran podido poner cinema de barrio, pero eso hubiera sido un tanto peligroso porque podrían haberse encontrado de frente con el Parada, y si me apuran, con su pianista, que la de las ovejitas era una santa, pero este, de parado, no tiene nada, y de paradiso ya ni les digo.
Los paraísos son relativos. Para los musulmanes el paraíso es un sitio lleno de lo que se suelen privar en la vida terrenal. Luego, está, que llegan al paraíso y no les queda nada, porque se lo han gastado todo, los que llegaron antes. ¡Así es la vida! Los buenos van al cielo, y los malos a todas partes. En este caso, así es la muerte. Para los cristianos el paraíso es lo mismo que lo que hay en la tierra, pero a tutti plenti. O sea: el ríen ne va plus, o la leche, que en lenguaje de la piel toro que es este país, tiene el mismo sabor que su aceite: fuerte y con carácter.
En cualquier caso, los paraísos siempre albergan dudas y no se encuentran exentos de polémica, - Y es que ya nadie se fía de nadie, desde que Eva le pegó el bocado a la manzana en el paraíso y la pillaron en pelotas, infraganti, que por cierto, no tiene nada que ver con el "infraganti", que es esa casa de putas que se anuncia a bombo y platillo en vallas publicitarias y que algún imbécil autorizó como agroturismo, jodiendo el trabajo y la imagen de algunos que intentan mantener sus negocios honradamente - ; pero claro: si la pobre tenía hambre, y me estoy refiriendo a Eva y no a las que están en Infraganti; no iba a darle un bocado a la serpiente, de esas que corren a millones ya por nuestra islita comiéndose nuestras lagartijas y espero que también a aquellos gilipollas que las introdujeron un día, por supuesto de forma inconsciente, porque en el fondo un gilipollas es eso precisamente, un ser humano que hace cosas mal, a conciencia. E igualmente lo son aquellos que piensan que los paraísos, sobre todo los fiscales, se encuentran libres del pecado por eso de ser paraísos, y pueden actuar libremente llenándolos de pasta, generalmente no ganada de forma honrada que por supuesto nunca es suya, al menos eso dicen cuando les pillan o no la pueden sacar a tiempo o llevarse la a otro paraíso. De entre todos los paraísos, ya les informo, aunque me da que lo intuyen, este es el más apreciado. No solo porque está oculto, y ya saben que lo que no se ve ni se huele, da más morbo, sino también porque digamos lo así, es más lucrativo, y esto, créanme (o no me crean, que es lo mismo), al ser humano le pone. No lo verán nunca en animales de otra especie. Estoy seguro de que ni por asomo se les ocurriría imaginarse a la serpiente- a la ya autóctona, y a la de Eva-, trasegando maletas forradas de billetes. Ahora: de Adán y Eva, ya no estoy tan seguro de que lo tengan tan claro y les alberguen como a mí dudas. Y es que en el fondo ya sabemos todos, el dicho: cría fama y échate a dormir. Lo dicho. El ser humano no tiene remedio. Y lo de las serpientes y otros bichitos, tampoco.
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