La maldición gitana hace referencia a las pérdidas que normalmente acarrea un juicio, tanto si se gana como si lo pierdes. De ello pueden dar fe Mari Carmen, Catalina, Eulalia y José. Estos cuatro vecinos de Santa Gertrudis han ganado una batalla judicial tras 14 años de tortuoso proceso.
Su calvario empezó el día en que el agua de sus pozos empezó a desprender un olor a hidrocarburos. Bueno, realmente ese día se percataron del mal que ya estaba hecho.
El olor y la contaminación de sus aguas no era porque sí, sino que se debía a los vertidos de las depósitos instalados por la estación de servicio del pueblo. Los depósitos, que debían ser de acero eran de otro material menos resistente. Ahí radicaba el inicio de los dolores de cabeza para un veintena de vecinos de Santa Gertrudis. Con el tiempo, la mayoría fue desistiendo de la lucha judicial.
Catorce años después, un juzgado ha estimado parcialmente su reclamación y recibirán una indemnización de cerca de 300.000 euros. Es una cantidad relevante, pero no llega ni a la mitad de lo que reclamaban. Pero como dicen ellos, lo peor no son las pérdidas económicas que han sufrido desde el día que pusieron los depósitos.
Lo peor, el daño irreparable, son los familiares que se han quedado en el camino, en parte por el sufrimiento causado por el proceso. Así, José Torres, el padre de Mari Carmen, cayó en la inconsciencia el día que le comunicaron que había perdido un primer juicio y falleció a los pocos días. A partir de ahí, la herida ya estaba abierta. Hubo un momento en que estuvieron a un paso de arrojar la toalla, pero el empeño de una abogada hizo el resto. Hoy, de momento, ya han ganado una batalla.
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