Esta pintura, que expresa con claridad y dureza la angustia y el desespero, podría ser la imagen corporativa o el emoticono de una Ibiza que está muriéndose de éxito y a la que nadie presta atención. Hay claros síntomas de angustia que se repiten un año tras otro en los meses de julio y agosto. La isla en sí misma grita en su desespero, se queda sin llanto, se seca, y sin voz de tanto gritar. La dureza de su grito es desgarrador, aunque se vea silenciado por el ruido de tantos coches en tan poco espacio, y su sonido no pueda acallar el murmuro de la poseidonia, un alga, nuestra alga, fuente de vida marina en mal estado por ser incapaces de evitar que las anclas la sigan arrasando y la hagan desaparecer por completo, y con ella se irá, entre otras muchas cosas, el color de nuestras aguas.
OPINIÓN | Pedro Campillo
El grito de Munch
Eivissa26/08/15 0:00
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