En este primer domingo de Cuaresma, Jesús, movido por el Espíritu Santo, va al desierto y permanece allí cuarenta días. El Señor quiso someterse a las tentaciones del diablo, para manifestarnos que las tentaciones no son un pecado, incluso pueden ser la ocasión de un progreso en la vida interior. Dios permite las tentaciones para que con ellas reconozcamos mejor nuestra debilidad y la necesidad que tenemos de la ayuda de Dios para no caer. Las tentaciones nos llevan a luchar , a purificarnos, a ser humildes reconociendo que solo la gracia de Dios nos libra de modo eficaz de nuestra inclinación al mal. Hemos comenzado el camino cuaresmal hacia la Pascua. En este tiempo el Espiritu quiere empujarnos, como a Jesús, a un espacio dónde podamos mirarnos interiormente, alimentarnos con su Palabra y fortalecer nuestra vida cristiana. Para ello la Iglesia nos invita a la escucha de la Palabra de Dios, con más frecuencia, a la oración, el ayuno y a la limosna.
OPINIÓN | Lucas Ramon Torres. Sacerdote
1er. Domingo de Cuaresma (Mc. 1,12-15)
Eivissa22/02/15 0:00
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