La nueva crisis surgida entre Israel y Palestina no parece que vaya a calmarse de momento. El secuestro de un soldado israelí por parte de Hamás ha abierto de nuevo una herida que parecía medio curada tras el desalojo de la franja de Gaza de los israelíes el pasado mes de septiembre. Mientras Hamás radicaliza todavía más su postura exigiendo un intercambio de presos palestinos a cambio de la liberación del soldado, el Gobierno de Abás se ve impotente ante una situación que podría llegar a ser dramática si no llegan a un acuerdo o interviene la comunidad internacional.
El Ejecutivo palestino ha fracasado en su primer intento de mediar por la paz y evitar una catástrofe ante un Israel que también se ha radicalizado. La solución no parece estar próxima, más aún si se tiene en cuenta la defensa acérrima de Israel por parte de Estados Unidos, que le anima a «defenderse» de los grupos armados palestinos, «siempre y cuando civiles inocentes no resulten afectados», consejo que no hizo propio en la invasión de Irak por las tropas norteamericanas.
Tanques blindados, piezas de artillería, helicópteros de combate y unos 5.000 hombres ya se encuentran en Gaza a la espera de que Tel Aviv decida las acciones 'de castigo'. Su presencia es una amenaza, como lo fue ayer sobrevolar la casa del presidente sirio.
El secuestro del soldado ha sido el detonante de una tensa situación que ya se ha hecho insostenible y que, desafortunadamente, puede convertirse en una guerra encarnizada. Lo que parece claro es que tanto el estado hebreo como los radicales palestinos deben dar un paso atrás, como aconseja la Unión Europea, para que esta crisis no se les escape de las manos y acuerden una salida negociada al conflicto.
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