La aprobación de la reforma del Estatut balear en el Parlament el pasado martes es sin duda una de las noticias más trascendentes del ámbito político de la comunidad en los últimos años y por extensión una gran noticia para la isla de Formentera. Como es sabido, el nuevo Estatut conlleva la creación del Consell de Formentera con una independencia total del de Eivissa, un hecho que viene a saldar una reclamación histórica de todos los sectores sociales y políticos de la Pitiusa menor, y que el año próximo, una vez dado el visto bueno del Congreso de los Diputados, podrá ver la luz.

La cocción de este Consell ha venido cargada de tensiones y pugnas entre el PP y PSOE, que parecían estar más preocupados por sacar tajada electoral de este hecho (los 13 consellers que pasará a tener Eivissa eran el motivo de la discordia), que de dejar bien atados todos los flecos; es decir, todas las competencias y el dinero que recibirá la isla con esta nueva situación administrativa con la que se va a encontrar. La peculiaridad de Formentera siempre le ha llevado a estar por detrás de sus hermanas de Balears, incluso su rentabilidad electoral, por el hecho de que el voto de un formenterés vale más que el de un ibicenco y bastante más que el de un mallorquín, le ha hecho estar siempre en el punto de mira de los partidos, algo que, por desgracia, hasta ahora no ha sabido o no ha podido rentabilizar. Por eso las reclamaciones del alcalde Isidor Torres, una persona que ha sabido abstraerse de todas estas tensiones, son legítimas y obvias. Consell de Formentera, sí; por supuesto, pero no a cambio de las migajas que se quedarán los otros. El cómo llega este Consell es en lo que hay que trabajar.