La Asamblea francesa invitó a José Luis Rodríguez Zapatero a
hablar en su tribuna y el presidente del Gobierno español aceptó
encantado, a pesar de que muchos analistas políticos han querido
despertar viejos fantasmas a rebufo de este hecho. Pero chanzas por
el francés chapurreado por Zapatero aparte, lo cierto es que las
buenas relaciones bilaterales entre los dos países tienen
necesariamente que fomentarse y cuidarse al detalle. De ello
dependen asuntos tan claves para nuestra estabilidad como la lucha
contra el terrorismo, la balanza comercial, el paso de inmigrantes,
el tráfico de drogas, la pesca... en fin, muchos temas propios de
dos buenos vecinos. De ahí lo positivo de aceptar la invitación,
como ya lo hizo el Rey años atrás.
Quiso el presidente del Gobierno hablar ante los diputados galos
de España, de Europa y de la política exterior de su equipo.
Era preciso recordar el compromiso de nuestro país con la
construcción europea y remarcar ese «sí» que, aunque sombreado por
la amplísima abstención, dimos los españoles a la Constitución
europea.
Y fue positivo también agradecer al pueblo francés el esfuerzo
realizado en los últimos años para contribuir a la modernización de
los países más pobres, España entre ellos.
No será ésta la única cita de Zapatero en París. Al regreso de
un viaje por tierras latinoamericanas, tendrá una reunión con el
presidente Jacques Chirac y con el canciller Gerard Schroëder.
Incluso se plantea también la presencia de Vladimir Putin. Será un
contacto de altos vuelos que pondrá de manifiesto que a este lado
del Atlántico también hay tomas de decisión, diálogo y la
posibilidad de una política internacional que no necesariamente
debe pasar por la línea marcada por Washington.
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