En esta sociedad nuestra tendemos a creer que son los jóvenes exclusivamente quienes desarrollan comportamientos irracionales y quienes caen tontamente en situaciones de riesgo por su inconsciencia o su falta de experiencia. Pero no. Según los datos que se extraen del estudio realizado por la Clínica Capistrano sobre los pacientes de distintas adicciones a los que han tratado en los últimos diez años, no todos son jóvenes, ni alocados. Bien al contrario. Estos datos dan mucho que pensar. En la sociedad que tenemos, en el futuro que queremos alcanzar y en los medios que ponemos para ello. Porque muchos de estos adictos al alcohol y a la cocaína no son adolescentes, ni siquiera están en la primera juventud. Son hombres, mayoritariamente, que dejaron atrás la adolescencia hace mucho (30 años). Y tampoco son inconscientes o analfabetos. Muchos tienen estudios superiores y muchos, además, son empresarios.

Todos sabemos que a veces afrontar los problemas o los obstáculos que nos impone la vida no es fácil. Y quizá por eso muchos acuden al abrigo de las drogas y del alcohol, para ayudarse a ver el mundo de forma más amable o, simplemente, para poder seguir el ritmo que imponen el trabajo y la vida social.

Pero qué ejemplo les estamos dando a los jóvenes, en qué clase de ambiente les estamos criando. La mitad de esos cocainómanos tienen hijos. Y seguramente todos ellos les alertarán sobre los peligros de las drogas y de las malas compañías. Porque todavía hoy, estúpidamente, hay drogas con mejor prensa que otras y conductas que se admiten socialmente más que otras. Sólo insistiendo en la prevención, en las alternativas de ocio sanas y seguras, podemos conseguir un futuro mejor que el presente. Para que la generación joven sepa que otro mundo es posible.