El CB Puig d'en Valls cierra esta tarde su segunda temporada en la máxima categoría del baloncesto femenino nacional con un balance que arroja más sombras que luces. El fracaso en Europa, la marcha del entrenador, el constante flirteo que se ha mantenido con el descenso hasta el último momento... Son algunas de las consecuencias de una nefasta planificación deportiva de una directiva que no ha sabido ni acertar con los fichajes ni estructurar una temporada que merecía más de lo que ha ofrecido. Quizás la afición de Santa Eulària se haya mal acostumbrado a saborear sólo éxitos, sobre todo después del espectáculo que se ofreció el curso anterior en el estreno entre la elite, con aquel histórico quinto puesto que le permitió clasificarse para jugar en Europa. Quizás también se le haya pedido al PDV algo que está por encima de sus posibilidades -no económicas pero sí deportivas- y que en verdad el sitio de este club no sea el de pelear por el quinto puesto, sino el de luchar por la permanencia. Es probable. Lo que no se entiende es por qué en un solo año se ha reestructurado de arriba a abajo al equipo, aquel que encandiló los últimos anteriores, y no se ha sabido mantener la misma concepción de juego que se tenía. Han sido muchos fichajes -demasiados- y algunos sonoros fracasos -por no decir ridículos-, como el de fichar como gran revulsivo a una jugadora lesionada. A ello hay que añadir la aportación de Sobrín, el entrenador que llevó el equipo a la gloria, pero que por su difícil carácter también lo consiguió enemistar y hacerlo desaparecer en espíritu. La lección de este curso debe servir a la directiva, y sobre todo al cuerpo técnico, para reflexionar y sentar las bases de que lo que realmente se pretende con este equipo. El año que viene se vivirá otra profunda renovación, que esperemos ofrezca mejores resultados que los del curso que hoy termina.