El reciente apagón registrado en Italia que dejó a obscuras al
país durante horas se inscribe en una lista lo suficientemente
variada como para empezar a sentir inquietud ante la universalidad
de este tipo de lances. Por ceñirnos a un período relativamente
corto, podíamos empezar por el apagón de Baleares de principios de
verano, atribuído a un exceso de consumo, seguir por el del
noroeste de los Estados Unidos y parte del Canadá que afectó el 14
de agosto a 50 millones de personas, continuar con el de dos
semanas después en Londres, y finalizar con el que el pasado 23 de
aeptiembre se padeció en el sur de Suecia y el este de Dinamarca en
el que el corte de fluído eléctrico se introdujo en la vida
cotidiana de 9 millones de ciudadanos.
Al analizar sus causas, los responsables de las distintas
administraciones recurren sistemáticamente a dos tipos de
explicaciones. o el ya apuntado exceso de consumo, o bien el azar,
la desgracia, en forma del rayo que cae sobre una central, o del
árbol derribado sobre el tendido, etc. Pero lo que dichos
responsables no dicen es lo que saben los expertos en la materia,y
es que en el origen de estas calamidades se halla una nefasta
tendencia a la centralización de la energía eléctrica y a su
transporte a distancias exageradas. Las redes llevan la
electricidad a consumidores que en muchos casos se hallan muy lejos
de los centros de producción, con los riesgos que ello supone no
sólo en lo concerniente a la pérdida de energía en el transporte,
sino en la posibilidad de que en el viaje se produzca alguna clase
de siniestro.
Dicen quiénes entienden del asunto que para disponer de un
sistema eléctrico de verdadera calidad, lo primero que hay que
hacer es crear un sistema donde cada nudo de la red sea a la vez
generador y consumidor, acabando con esta «exportación» de fluído a
larga distancia y al respecto cabe reseñar el caso de Cerdeña,
productora y consumidora sin dependencia alguna, que fue la única
región italiana que no se vio afectada por el apagón que tan malos
resultados está dando. Pero, claro está, los países que tienen un
excedente de producción pondrían el grito en el cielo al ver en
peligro sus intereses. Es la historia de siempre.
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