La reciente sentencia del Tribunal Supremo que obliga a
investigar la política de precios seguida por las tres grandes
compañías petroleras que operan en España -Repsol, Cepsa y BP- a
fin de determinar si han limitado la libre competencia, viene a
introducir un factor de sensatez en un asunto que lleva tiempo
alarmando, e indignando, al ciudadano. El fallo desestima los
recursos de casación presentados por las petroleras contra una
denuncia de la Confederación Española de Estaciones de Servicio que
data de 1995.
La sospecha de que las citadas compañías llevaban a cabo
prácticas restrictivas de la competencia rozaba la evidencia a la
vista de una serie de hechos objetivos. Pese a ello, la denuncia
fue archivada, tanto por el Servicio de Defensa de la Competencia,
dependiente del Ministerio de Economía, como por el Tribunal de
Defensa de la Competencia. El «carpetazo» causó estupor entre
quienes pensaban, con fundadas razones, que las tres grandes
petroleras seguían una estrategia cuyo objetivo último era cerrar
el mercado español a la entrada de potenciales competidores.
De común acuerdo, las tres compañías desplegaban una encarnizada
guerra de precios contra estaciones de servicio no ligadas a
ninguna de ellas. Aquí, al proceder casi mafioso -sin contrato de
abastecimiento en exclusiva, los precios eran abusivos- se une una
política que posiblemente vulnera la libre competencia, lo que ha
llevado al Supremo a decidir que no ha lugar a la casación y que lo
procedente es investigar.
Cundía entre los consumidores ya desde hace años la sensación de
que el eliminar la política monopolista no había repercutido en
ventaja substancial alguna, lo que no tiene nada de particular si
tenemos en cuenta que lo que podría haber estado ocurriendo es que
en lugar de padecer un solo monopolio, estábamos sometidos a tres
compañías actuando a su conveniencia en régimen prácticamente
monopolista. Es por ello que la decisión del Alto Tribunal está
llamada a ser bien recibida no sólo por la patronal de las
gasolineras, sino también por el ususario.
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