El Gobierno argentino se enfrenta a una difícil situación tras
la resolución judicial que anulaba el «corralito» bancario,
decisión que podría provocar una masiva retirada de los ahorros que
los ciudadanos tienen depositados en las entidades bancarias, lo
que, sin duda, agravaría aún más la crisis por la que atraviesa el
país. Por eso, el Ejecutivo de Argentina ha decidido controlar la
fluctuación del peso con respecto al dólar y flexibilizar las
restricciones de acceso a las cuentas bancarias, especialmente al
dinero procedente de las nóminas de los trabajadores y el de
subsidios o pensiones.
De todos modos, esto no va a ser suficiente para devolver el
país a un camino de recuperación económica para el que precisa,
forzosamente, del apoyo exterior. Apoyo que está condicionado a la
presentación de un plan de saneamiento riguroso que no está exento
de sacrificios.
En este punto, es necesario mirar al pasado para evitar los
enormes errores cometidos por gobiernos anteriores que, desde la
imprevisión, la especulación y la corrupción, han puesto a toda la
ciudadanía en una dramática situación. Son precisamente los
ciudadanos, la gente de la calle, los que sufren las consecuencias
de políticas económicas incontroladas, por lo que son lógicas las
caceroladas y las protestas.
Pero el futuro exige de la responsabilidad de todos y,
lógicamente, hay que evitar a toda costa un caos que sólo
conduciría a mayor pobreza y a mayores penurias. Aunque no sólo
debe exigirse este ejercicio al pueblo, también los gobernantes
argentinos deben tomar buena nota de lo acontecido y actuar con el
rigor, la mesura y la prudencia precisos. En el caso contrario, si
se vuelven a cometer los mismos errores, Argentina va a entrar en
una espiral sin salida, en un camino sin retorno.
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