Tras unos años de espera, la nueva moneda, el euro, es ya una
realidad palpable para los ciudadanos de doce países de la Unión
Europea, entre ellos España. En el primer día de vida de la nueva
divisa, tal y como aconteció en el resto del Estado, se sucedieron
las colas en el pequeño porcentaje de oficinas bancarias que
abrieron en Balears para atender la demanda de cambio y que se
vieron desbordadas por la avalancha de ciudadanos, que prefieren
manejar una sola moneda antes que efectuar cáculos en pesetas y
euros a la vez, lo que puede provocar, evidentemente, confusiones.
Igual que sucedió en los cajeros automáticos, algunos de los cuales
agotaron la disponibilidad de billetes de menor valor.
Tal vez pueda hablarse de una cierta falta de previsión de las
entidades financieras o, tal vez, de una precipitación desmesurada
de la gente por hacerse con los nuevos billetes y monedas. Lo
cierto es que el ser un día festivo el de la entrada en vigor del
euro ha complicado sobremanera una transición más moderada y
tranquila. Pero no se puede pretender que tras una larga espera, la
gente no aproveche la primera oportunidad que se le brinda. Aunque
la auténtica prueba de fuego para todos va a comenzar a partir de
hoy, con los comercios ya abiertos y con una doble circulación
monetaria que complica mucho las transacciones más sencillas.
Cuando pase el tiempo, la enorme expectación desatada en el
primer día del año será ya historia y la nueva moneda formará parte
de una realidad cotidiana. Cuando esto suceda y nos manejemos en
euros con normalidad y la nueva moneda se confirme como una divisa
estable en una zona económicamente fuerte, entonces podremos hablar
del éxito de la misma. Por el momento, todos tenemos por delante la
tarea de continuar con nuestra vida habitual, eso sí,
acostumbrándonos a pensar en euros.
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