A ETA le han bastado cuarenta y ocho horas para ofrecer a los
ciudadanos de este país su particular opinión sobre los resultados
electorales más pobres de su historia. Cuando muchos, muchísimos
vascos han dicho claramente en las urnas que no quieren terroristas
entre ellos, que las balas y el terror no les representan y cuando
Euskal Herritarrok se ha quedado solo con el apoyo de sus más
incondicionales, la sangre ha vuelto a la primera página de los
diarios.
Por fortuna, el intento de asesinato se ha quedado en eso, en un
intento, aunque el periodista afectado tendrá que sufrir mucho y
padecer una larga recuperación hasta que vuelva a ser el mismo.
Los criminales están más solos que nunca y lo saben. El mensaje
de los votos ha sido nítido, tajante: sólo cinco de cada cien
vascos sigue respaldando las ideas y los métodos de los radicales.
Mientras más del cuarenta por ciento del electorado ha votado por
el soberanismo y el nacionalismo pacífico, sólo el cinco por ciento
continúa apoyando la absurda justificación de la violencia.
Por fin los ciudadanos del País Vasco han hablado con claridad y
valentía, lo han hecho de la forma más democrática posible, con el
voto en la mano, y han dicho ¡basta! ETA lo ha oído con la voz más
alta que nunca y ha entendido. Por eso ha respondido de la única
forma que sabe, haciendo daño.
Afortunadamente, el triunfo arrollador del PNV-EA en las
elecciones no ha provocado, de momento, una actitud de revancha y
sus máximos dirigentes han hecho un llamamiento al diálogo, al
entendimiento que tanta falta hizo en la anterior legislatura.
Ahora la pelota está en el tejado de los demócratas. Es hora de
olvidar rencillas y condiciones y de ponerse a hablar y a trabajar.
El enemigo es sólo uno y hay que vencerle a toda costa.
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