En su visita de ayer a las Pitiüses para presentar los nuevos
productos pitiusos con el distintivo «Producte balear», el
conseller d'Economia, Comerç e Industria del Govern balear, Pere
Sampol, hizo referencia al proceso de cambio que se está dando en
el consumo balear. El también vicepresidente del Ejecutivo subrayó
que en esta tierra se ha superado «una etapa oscura donde todo lo
que venía de fuera era mejor y esto había provocado un proceso de
sustitución cultural, sustitución lingüística y sustitución de los
productos de consumo». Esta profunda y optimista afirmación de
Sampol ofrece, sin lugar a dudas, una pequeña muestra de la
realidad balear.
La sociedad balear y, más en concreto, la pitiusa marcha en
muchos aspectos varios años por detrás del pelotón de cabeza de las
comunidades punteras, sobre todo si se aplica el baremo comparativo
del PIB. La recuperación de los valores tradicionales "culturales,
sociales o gastronómicos" es un aspecto que en otras comunidades
del país lo tienen perfectamente profesionalizado y explotado, y
que además resulta un filón para sus economías. Aquí, de momento,
como el turismo ya nos da bastante, recuperar la tradición y lo
autóctono parece más costoso, y eso que también resulta un reclamo
interesante en el mercado turístico.
En las Pitiüses, además, se dan las condiciones óptimas para que
este tipo de iniciativas puedan salir adelante si se aplican los
criterios comerciales y económicos de manera adecuada y un ejemplo
es la central hortofrutícola, que año tras año multiplica su
producción con productos de la tierra. Además, la principal ventaja
con la que contamos respecto a otros lugares es el turismo y
nuestro propio nombre, «Ibiza», que por sí solo es capaz de vender
lo que se proponga. Sólo hay que proponerle iniciativas ventajosas
para ello.
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