Cuando aún los consumidores no se han repuesto del revés de la
enfermedad de las «vacas locas», surge en el Reino Unido la fiebre
aftosa, que afecta a cerdos y rumiantes diversos. Y ayer nos
llegaba la noticia de que en Burgos han sido inmovilizados 540
cerdos de origen británico porque hay indicios de que pueden estar
infectados por esta vieja patología que ha resurgido con fuerza en
las últimas semanas.
La primera cuestión que debe plantearse es la razón por la cual
el Reino Unido ha sido origen de tremendos problemas para el resto
de países de la Unión Europea por cuanto se refiere al ganado
destinado a la alimentación humana. Algo evidentemente debe estar
fallando en Gran Bretaña para que una tras otra surjan enfermedades
en cabañas diferentes con una virulencia realmente importante.
Por otra parte, cabe también evitar caer en alarmismos
innecesarios por cuanto esta última enfermedad, en principio, muy
difícilmente se transmite a los humanos, y, además, porque a partir
de estos momentos se incrementarán los controles sobre la carne
procedente de cerdos y otros animales que estaban, hasta el
presente, libres de sospecha.
Si bien es verdad que los ganaderos han visto cómo caía
sensiblemente la venta de la carne de vaca y de ternera a causa de
la encefalopatía espongiforme bovina, cabe esperar que los
productores y criadores de porcino no sufran una reacción similar
de los consumidores.
Debido a todo ello sería preciso que las autoridades europeas,
nacionales y autonómicas supieran transmitir la suficiente
tranquilidad y serenidad a los ciudadanos, adoptando las medidas
precisas para garantizar la absoluta seguridad de los consumidores
e informando claramente de cuál es la situación y cómo debemos
afrontarla.
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