El primer caso de encefalopatía espongiforme bovina detectado en
Balears, concretamente en una explotación de es Mercadal en
Menorca, puede provocar que se desaten temores que antes podían
contemplarse con una cierta lejanía, como si la historia no fuera
con nosotros. La proximidad siempre ocasiona que los
acontecimientos nos parezcan más relevantes y que los riesgos
parezcan, aun sin serlo, mucho mayores.
De hecho, el «mal de las vacas locas» está presente desde hace
ya meses en toda la Unión Europea y los presumibles peligros que
conlleva, están ahí desde mucho antes de que se diera a conocer el
test positivo realizado a la res menorquina.
Ahora bien, cabe reaccionar con seriedad y afrontar los hechos
desde el conocimiento científico preciso. Lógicas son las medidas
que se han puesto en marcha para evitar que las vacas enfermas
puedan llegar a los mercados y, por tanto, al consumo humano. Pero
debemos indicar que se trata de medidas de carácter preventivo, ya
que no existe evidencia científica alguna de transmisión de la
enfermedad de los animales al hombre.
En el caso de la res de es Mercadal, además, debemos tener en
cuenta que se trataba de una vaca de leche, elemento éste que en
ningún caso contiene los temidos priones causantes del mal, como
tampoco los productos lácteos que hubieran podido obtenerse de la
misma.
Cierto es que las autoridades deben adoptar las medidas
oportunas para evitar cualquier caso de consumo de elementos que
puedan ser transmisores del mal, que los animales enfermos deben
ser sacrificados y sus cuerpos incinerados o, excepcionalmente,
enterrados, pero no debemos crear alarmismos innecesarios. Se
trata, definitivamente, de guardar las debidas precauciones sin
caer en temores absolutamente infundados.
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