En pura teoría, la aportación de cada uno de los l89 miembros de la ONU al presupuesto general de dicha organización debe establecerse de acuerdo al porcentaje que su economía representa dentro de la economía mundial, ponderado a lo largo de un quinquenio. Dicho más llanamente, el asunto se rige por el principio de que paga más quien más tiene. Pero resulta que ahora la hábil y siempre poco escrupulosa diplomacia norteamericana ha conseguido acabar con tan incuestionable principio. Tras un acuerdo logrado a finales de año, los Estados Unidos de América dejarán de contribuir al citado presupuesto con un 25% pasando a hacerlo con un 22%, cifra que para más inri no podrá incrementarse en el futuro. A tan paradójica situación se ha llegado después de años de tira y afloja entre el coloso mundial y la ONU, debidos principalmente a la morosidad norteamericana "desde hace casi una década USA no está al día en el pago de cuotas" y a las reticencias mostradas desde Washington cuando se le han solicitado aportaciones extraordinarias. Todo ello conduce a un estado de cosas tan absurdo como el que supone que el país cuya economía ha crecido de forma asombrosa, casi exagerada, durante los últimos diez años, vaya a pagar ahora menos de lo que lo hacía entonces. En 1990, la economía norteamericana suponía el 22% de la mundial y atendía al 25% del presupuesto de la ONU; mientras que ahora, que su economía representa el 25% de la mundial, aportarán tan sólo el 22%. ¿Un milagro? No, simplemente una demostración clara de la vigencia de la ley del más fuerte y, por añadidura, una prueba palpable de la falta de solidaridad "por otra parte fácil de percibir desde los más variados puntos de vista" que caracteriza a la nación más poderosa del planeta y, sin ninguna duda, la más atenta a sus exclusivos intereses.