El debate sobre el estado de la Autonomia registró ayer momentos
de gran dureza dialéctica cuando se produjo la confrontación entre
el portavoz del PP, González Ortea, y el president Antich. Ambos
exhibieron ayer un buen nivel parlamentario, aunque muy opuesto.
Ortea demostró tener un excelente oficio ante la tribuna y superó
la prueba ante los suyos. Antich, mejor siempre en las réplicas,
utilizó su habitual estilo costumbrista-socarrón, con momentos de
gran agresividad, en respuesta a los ataques de Ortea.
En lo que se refiere al fondo, recurrieron a asuntos de menor
importancia para contraatacarse mutuamente, llegando Antich a
afirmar, con razón, que se avergonzaba de verse obligado a seguir
por esa línea. La estrategia del president fue clara: intentar
ningunear al portavoz popular con continuas alusiones al ex
presidente Matas. Obviamente, desde el PP se esperaba esta línea de
discurso y Ortea supo plantar cara, poniendo sobre la mesa la otra
cara del Govern: sus fracasos y sus conflictos. Se sucedieron las
acusaciones y descalificaciones, en las que no faltaron las
referencias a la anterior etapa del PP. Quizá las palabras
elogiosas de Antich a la delegada del Gobierno, Catalina Cirer,
podrían arrojar un punto de luz en el enfrentamiento PP-Pacte: que
es posible la colaboración para solucionar los problemas de
Balears. Sería ingenuo pensar que se llegará a un gran acuerdo,
pero no cabe duda de que hay asuntos en los que es posible
entenderse.
Obviamente, hubo otras intervenciones en el debate, pero no se
produjeron sorpresas. Lo único que desentonó es que partidos que
forman parte del Ejecutivo utilicen la tribuna parlamentaria para
hacer sus sugerencias y peticiones al propio Govern. Podrían
hacerlo en el Consolat de la Mar, pero allí no hay público, ni
cámaras de televisión.
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