La moderna práctica política enseña que el centro es un lugar hacia el que todos dicen concurrir "especialmente en período electoral" pero en el que a la larga nadie quiere instalarse. Provengan de la derecha o de la izquierda, los candidatos al poder no dudan en afirmar su equidistancia respecto a toda idea extremada, e incluso respecto a aquéllas que forman parte de la idiosincrasia política propia. Pura palabrería. Cuando los tales candidatos acceden a la condición de gobernantes, juzgan que lo del centro es mera geometría y acometen las tareas que les son propias desde sus respectivos presupuestos ideológicos. Y es exactamente lo que con toda probabilidad hará un George Bush, disfrazado ahora de cordero casi demócrata, cuando pueda mostrar sin riesgo alguno de perder electorado su auténtico pellejo de lobo republicano. Tras la convención de su partido, al candidato Bush le llueven alabanzas sin cuento, procedentes incluso de sectores que tradicionalmente sienten más simpatía por el ideario demócrata. Una precampaña sorprendentemente bien llevada y la proximidad de esa convención en la que los republicanos se han mostrado increíblemente comedidos, ha significado que se hiciera realidad una ventaja de diez puntos del candidato republicano sobre el demócrata Al Gore. A Bush le ha reportado unos réditos nada despreciables ese lema de «conservadurismo compasivo» que ha colocado en su divisa y que indirectamente ya habla de un «pedigree» conservador que hasta ahora se ha mostrado bastante impío. No procede olvidar que el «compasivo» Bush tiene, como gobernador de Texas, el récord de peticiones de clemencia rechazadas en lo que a ejecuciones de pena capital respecta. Por otra parte, esos centristas reclamos electorales del candidato republicano carecen de solidez. Vayamos, por ejemplo, al más evidente de ellos. ¿Cómo se puede prometer una rebaja en los impuestos sin que ello afecte a un Estado del bienestar que en Estados Unidos ya es de por sí esquemático? A Bush le votará con toda razón su grey, la conservadora; todo lo otro, por el momento, no es más que puro espejismo.