ETA está empeñada en que no pase un solo día sin que los
periódicos, las televisiones y las radios hagan el relato de su
criminal actuación. No cabe duda de que ETA intenta poner contra
las cuerdas a todos los demócratas con una escalada de terror que
está llegando a extremos inconcebibles. Y mientras tanto, la
opinión pública ve con horror cómo los atentados se suceden,
llevando el dolor a tantas familias inocentes. Las pistolas y las
bombas no descansan y dejan un reguero de dolor que tardará años en
olvidarse.
¿Quién será la siguiente víctima? ¿Hasta dónde llegarán en su
sangrienta locura los asesinos y sus cómplices? ¿Qué se puede hacer
cuando día tras día van cayendo vilmente asesinados políticos,
empresarios, militares, policías...? El presidente de la Comunidad
Foral Navarra, Miguel Sanz, comunidad donde residía el militar
asesinado ayer, daba alguna respuesta. Afirmaba que hay que
responder a ETA «con todos los instrumentos que el Estado de
derecho tiene a su alcance, desde todos los puntos de vista:
político, legal, social e institucional».
Es obvio que la solución policial, aun siendo de capital
importancia, no es la única. Hace falta que los partidos
democráticos aparquen sus diferencias políticas y adopten una
postura unitaria para dar esperanza a una ciudadanía dolida ante
tanta barbarie y, de un modo muy especial, la sociedad vasca, que
se enfrenta a diario al miedo, al silencio, a la extorsión, a las
bombas, a los tiros en la nuca...
Por desgracia, quienes tienen que dar el primer paso permanecen
en la oscuridad. El presidente del PNV, Xabier Arzalluz, tan locuaz
siempre, se queda ahora callado, empecinado en su alianza con
quienes homenajean a los etarras muertos por su propia
dinamita.
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