Nadie es responsable de que sobre las Islas no caiga prácticamente ni una gota de lluvia desde hace meses. No se puede culpar de ello ni de los problemas que arrastra la agricultura balear desde hace años al Govern. Ciertamente. Pero hay que buscar soluciones. Las nuevas ayudas aprobadas ayer por el Consell de Govern deben ser valoradas positivamente. Buena parte de las justas reivindicaciones de los agricultores han encontrado una respuesta por parte del Ejecutivo que preside Antich: las ayudas por la sequía casi se van a triplicar, al aprobarse un paquete de medidas de apoyo al sector por valor de casi 1.700 millones, que se unirán a los mil millones anunciados anteriormente. Desde luego no cubre el total de las peticiones de los afectados, pero es un paso importante, al que deben seguir otros del propio Govern, del Ministerio de Agricultura y de la Comisión Europea.

Una solución podría ser fomentar los seguros contra heladas y sequías, pero hay que admitir que no siempre halla el agricultor la justa compensación por los daños sufridos. En no pocas ocasiones, algunas aseguradoras actúan de forma obstruccionista y sus indemnizaciones, cuando deciden pagarlas, no satisfacen a los agricultores.

Los problemas del campo balear van mucho más allá. Padece hándicaps estructurales que son muy difíciles de resolver y que sólo una verdadera política destinada a ello conseguiría minimizar.

La edad de los agricultores, la escasa rentabilidad de los cultivos, la poca conciencia de lo autóctono que tenemos los consumidores y cierta adaptación de parte del sector a una política de subvenciones son sólo algunos de los temas pendientes. No es sólo la lluvia lo que hace falta que caiga sobre nuestros campos, sino más esfuerzos conjuntos entre autoridades competentes y payeses.