El Govern parece no ser consciente de que la ecotasa puede convertirse en un arma de doble filo. El conseller de Turisme, Celestí Alomar, está convencido de que determinados clientes de Balears vendrán con la conciencia más tranquila a disfrutar de sus vacaciones si saben que están contribuyendo a mantener medioambientalmente las Islas de las que tanto disfrutan. Pero lo hoteleros también tienen su parte de razón cuando apuntan que esos mismos turistas ya están contribuyendo a mantener el territorio cuando pagan las tasas aeroportuarias, el IVA de los productos que consumen, los impuestos por consumo de alcohol o tabaco, etc. También es cierto que el precio que pagan por la habitación en la que se alojan está necesariamente gravado por los impuestos que deben pagar los empresarios. Es decir, que un turista no consume sin dar nada a cambio. Por lo tanto, el hecho de que la medida se implante en un clima de profundo desacuerdo puede contribuir a que todos estos factores se destaquen sobre cualquier otro. Y eso no sería bueno para el Archipiélago. A las Islas no les interesa aparecer en el mercado turístico mundial como las 'depredadoras' del Mediterráneo.

Al Govern le interesa, por tanto, consensuar al máximo la medida. Pero consensuarla de verdad y evitarse un debate convertido en enfrentamiento público sin auténtico diálogo. Y no se puede llamar diálogo a sentarse en una mesa con todas las decisiones tomadas y señalar que si los hoteleros se oponen allá ellos, que el respaldo ciudadano se obtuvo en las urnas y que eso significa que la sociedad de Balears está a favor de la ecotasa. Que no se olviden los partidos de izquierdas que el proyecto electoral más votado en junio pasado fue el del Partido Popular y que éste no contemplaba el impuesto turístico.