El día 12 de marzo se acerca a pasos agigantados y los socialistas intentan quemar sus últimos cartuchos en una campaña electoral que está resultando tranquila y hasta sosa. No hay escándalos que airear, no hay 'propuestas estrella' y a la ciudadanía casi se le olvida que existen otros candidatos aparte de José María Aznar y Joaquín Almunia por el escaso eco que obtienen en los medios de comunicación. El sábado el candidato del PSOE lanzó a la palestra una propuesta que parece calcada del estilo de sus oponentes del Partido Popular: prometió una paga extra de 28.000 pesetas a tres millones y medio de pensionistas, lo que le costaría al Estado más de 90.000 millones de pesetas.

La idea de Almunia debería resultar insultante para un colectivo, el de los pensionistas, que en su mayoría se ha visto obligado a reducir su nivel de vida hasta adaptarlo a unos ingresos míseros y a depender de familiares para subsistir mínimamente con dignidad. Este triste destino de nuestros mayores no es achacable, como dice Almunia, a la política del PP, que al fin y al cabo sólo lleva cuatro años en el Gobierno. El problema viene de atrás y, desde luego, no se solucionará con 28.000 pesetas, que en poco pueden mejorar unas economías marcadas por la precariedad. Lo que de verdad necesitan nuestras personas mayores es una red sanitaria, educativa y social de primera y, por encima de todo, unos ingresos que les permitan subsistir con independencia y con cierta calidad de vida, sin tener que renunciar a las actividades que ejercían antes de la jubilación.

Lanzar promesas de este tipo no hará sino indignar a la opinión pública, que ve cómo en vez de proponer soluciones a los problemas del país los políticos se dedican a idear parches con los que creen que ganarán algunos votos.