Todos sabemos que en el trasfondo de problemas tan graves como
la violencia doméstica subyacen aspectos difíciles de erradicar,
relacionados con la educación, los valores y la autoestima de las
personas que la ejercen y, también, de quienes la padecen. No es un
asunto fácil de enfrentar por la cantidad y magnitud de los
referentes que hay que tener en cuenta: situación familiar, social,
económica, antecedentes, personalidad, problemas asociados,
etcétera. Toda una tela de araña que complica un conflicto ya de
por sí sangrante.
Pero incluso teniendo en cuenta todos esos parámetros, resulta
sorprendente la estadística que acaba de hacerse pública y que
asegura que casi la mitad de los europeos "ojo, de países
democráticos, libres y supuestamente modernos" creen que uno de los
factores que causan la violencia doméstica es el comportamiento
provocativo de las mujeres. Si el tema no fuera tan dramático,
sería para echarse a reír. La misma absurda asociación de ideas
hace creer a nada menos que el 90% de los europeos que la droga, el
alcohol y, en menor medida, el desempleo, la pobreza y la exclusión
social están detrás del problema. Cuando lo cierto es que el
maltrato "más o menos disimulado, eso sí" se produce en todas las
clases sociales y económicas y las cifras son tan alarmantes "una
de cada cinco mujeres europeas lo ha sufrido y habría que saber
cuántos niños" que resulta imposible achacarlo sólo a las drogas o
el alcohol. Por desgracia la verdadera causa de esta lacra está en
la mentalidad de muchísimos ciudadanos, que siguen viendo a las
mujeres y a los niños como seres de segunda o tercera categoría,
propiedad privada del cabeza de familia, que puede permitirse hacer
con ellos lo que quiera, incluso lo más horrendo.
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