Acabamos de asistir en La Habana a una llamada de atención realizada con todas las de la ley y sin desentonar en lo más mínimo. El responsable ha sido el Rey de España, Juan Carlos I, que ha querido cantarle las cuarenta al cubano Fidel Castro sin perder la compostura y la educación que todo invitado debe a su anfitrión. Lo cierto es que celebrar una cumbre iberoamericana a estas alturas del milenio en la patria de uno de los dictadores más antiguos del mundo, que cumple ahora sus cuarenta años de mandato sin oposición, sin elecciones y sin voces discordantes, resulta cuando menos, chocante. Lo lógico, si están todos de acuerdo en que Fidel Castro es un dictador y su régimen debería dar de inmediato paso a una transición a la democracia, habría sido celebrar la reunión "de suma importancia en el ámbito latino" en otro país.
Editorial
El Rey en La Habana
18/11/99 0:00
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