Al fin, tras varias semanas de incógnitas, en las que el
presidenciable catalán Jordi Pujol invirtió horas y más horas en
intentar convencer a sus posibles aliados políticos de que le
votaran en la sesión de investidura de esta nueva legislatura, ayer
se desveló el misterio y el líder de Convergència Democràtica
volverá a regir los destinos de los catalanes durante cuatro años
más.
Fue, pese a todo, una votación sorprendente, porque en el último
minuto su aliado natural "por ideología política, aunque no en
cuanto a sus aspiraciones nacionalistas", el Partido Popular,
decidió apoyar con sus votos la candidatura que Pujol representaba,
mientras que sus enemigos naturales "por ideología", ERC, se
abstuvieron para permitir que una vez más, tras permanecer veinte
años en el poder autonómico, el molt honorable volviera a asumir su
cargo.
Seguramente los catalanistas no verán con buenos ojos esta ayuda
del Partido Popular que, sin duda alguna, tendrá que tener sus
compensaiones, probablemente en Madrid. Seguro que muchos hubieran
preferido una alianza con Esquerra Republicana de Catalunya, a
pesar de que, bien mirado, sería un matrimonio condenado al fracaso
desde el primer día.
No olvidemos que Pujol representa desde sus inicios a la alta
burguesía catalana, y es partidario acérrimo y defensor a ultranza
de banqueros, empresarios, grupos conservadores y demás entidades
tradicionalmente emparejadas con la derecha. Y todo eso a ERC debe
de picarle como una urticaria. Otra cosa muy distinta es la defensa
del catalán, la aspiración a una autonomía mayor o incluso a la
independencia, en lo que sí estarían de acuerdo. Pero hoy por hoy,
en el plano de la realidad, más cerca están PP y CiU que ningún
otro emparejamiento posible. Así que, no queda más que desearle un
excelente viaje hacia el siglo XXI a esta nueva alianza
política.
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