Pedro Sánchez ha anunciado este lunes por la mañana, en una comparecencia ante los medios de comunicación de nueve minutos y sin admitir preguntas, que seguirá al frente de la presidencia del Gobierno español. «He decidido seguir    con más fuerza si cabe», expresó Sánchez, quien se tomó cinco días de ‘reflexión' (algo que ningún líder nacional e internacional ha hecho nunca) tras conocerse que un juez abría diligencias de investigación a su mujer, Begoña Díaz, a raíz de una denuncia del sindicato Manos Limpias por un presunto delito de tráfico de influencias. Sánchez anuló toda su agenda para tomar la decisión de continuar. Una decisión en la que ha influido, según él mismo expresó ayer, las concentraciones de exaltación socialista hacia su figura que se han celebrado este fin de semana en Madrid y que consiguieron congregar a 12.500 personas, según Delegación del Gobierno, llegadas en buses de diferentes puntos del país. Durante su intervención, Sánchez recalcó que «el respeto y la dignidad son principios que van más allá de las opiniones políticas» y denunció que él y su familia están siendo atacados desde hace 10 años con «bulos deliberados dirigen el debate político» obligando a «las víctimas» a tener que demostrar su inocencia.

Discurso peligroso

Ya en su ‘carta abierta la ciudadanía' de la semana pasada manifestó un discurso pasivo-agresivo centrando en los ataques personales, mostrándose como víctima y, sobre todo, lanzando amenazas veladas sobre el control del poder judicial y de los medios de información críticos con su gestión, algo que se ha acabado confirmando con sus palabras de este lunes. En este sentido,    Sánchez advirtió mirando fijamente a cámara sobre la confusión «entre libertad de expresión y de difamación» y alertó de que esta situación está pervirtiendo la democracia en España y que es necesario regenerarla como si antes de su llegada ésta no hubiera existido, al tiempo que destacó que esta situación supondría «un punto y aparte», sin especificar a qué se refería. A tener en cuenta, además, la incongruencia que supone pedir moderación en la vida política y, al mismo tiempo, alentar a la movilización social en las calles de sus fervientes seguidores socialistas. Sus palabras han dado lugar a    varias interpretaciones (incluso hay analistas políticos que lo comparan con la etapa de ‘kichnerismo' en Argentina), pero la que está cogiendo más fuerza es su intención de controlar a los medios de comunicación críticos con su gestión, así como al poder judicial, una teoría que se reafirma con las palabras de la vicepresidenta Yolanda Díaz al término de la comparecencia de Sánchez. «La libertad en nuestro país está en juego», afirmó Díaz, quien aseguró que hay que «democratizar el poder judicial».

Por su parte, el líder del PP da por acabada la etapa de Pedro Sánchez pese a que éste ha anunciado que seguirá al frente de la gestión del país. «No acepta la discrepancia y quiere un país a su medida y servicio», destacó Núñez Feijoó.

El futuro

Lo ocurrido estos últimos cinco días ha sido esperpéntico y una sobreactuación del líder socialista, que se queda tras manifestar que estaba dispuesto a irse. Pero no lo ha hecho. En una decisión excesivamente personalista, acentuada por declaraciones del ministro de Transportes, Óscar Puente, que lo calificó de «punto amo», el presidente del Gobierno emprende una huida hacia adelante con numerosas incógnitas sin resolver.

Sólo el tiempo dirá cuáles han sido las verdaderas intenciones de Pedro Sánchez con esta última estrategia política. Quizá más pronto que tarde, y en concreto después de las elecciones catalanas, se desvele un nuevo y perturbador movimiento del presidente Pedro Sánchez. En paralelo, mientras se habla del último ‘teatrillo' del presidente pasan desapercibidos asuntos tan graves como el ‘caso Koldo', también conocido como las ‘mascarillas fake', o el supuesto tráfico de influencias del círculo más cercano al presidente. ¿Una buena cortina de humo?