V arios drones cargados con veinte kilos de explosivos y misiles de crucero se desplazaron desde Irán hacia Israel en un ataque que la comunidad internacional temía desde hace días. Es la respuesta del régimen ayatolá al ataque judío a la embajada persa en Damasco, que descabezó la cúpula de la Guardia Revolucionaria islámica. Se trató de un golpe muy arriesgado de la aviación de Benjamín Netanyahu, que ahora se expone a las consecuencias de una respuesta desproporcionada. No olvidemos que Irán es una potencia nuclear.
Consecuencias desastrosas
Ante la gravísima situación, el presidente norteamericano, Joe Biden –principal aliado del Estado hebreo–, permaneció reunido en la Casa Blanca con su comité de seguridad a la espera de acontecimientos. En la región, también Irak, Líbano y Jordania se mantuvieron el sábado en máxima alerta, con el espacio aéreo cerrado y dispuestos a interceptar y derribar cualquier artefacto que cruzara sus cielos. La delicadísima situación podría tener unas consecuencias devastadoras, especialmente si se extiende hasta convertirse en un problema de ámbito mundial, dadas las alianzas de unos y otros.
Un avispero
Oriente Medio es desde hace décadas un avispero donde todos en la zona se tensan de forma temeraria y las consecuencias son imprevisibles y gravísimas. La comunidad internacional, pues, debe hacer un esfuerzo titánico por rebajar la tensión y evitar que las dos superpotencias de la zona lleguen a un enfrentamiento abierto. La diplomacia ha fracasado hasta el momento si bien la mayoría de países árabes se mantiene al margen, más allá de las proclamas de apoyo a Palestina. La cordura debe imponerse porque un escenario internacional con dos guerras al mismo tiempo –la primera es la rusoucraniana– supondría un desastre de proporciones incalculables.
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