El que esta próxima Semana Santa ya abra un 11 por ciento de la planta hotelera de Balears, según informó la patronal del sector, es, sin duda, una clara demostración de que hay ganas de recuperar cuanto antes la actividad en el principal motor de la economía balear. El parón casi total desde marzo del año pasado es un golpe del que las empresas se quieren resarcir cuanto antes, en especial cuando se abren los primeros resquicios para la llegada de turistas a las Islas. Las perspectivas son buenas y los índices de ocupación aceptables, un escenario sobre el que es preciso trabajar, pero sin obviar las cautelas que imponen las autoridades sanitarias.
Alemania no mejora.
Balears ha alcanzado un nivel de contagio envidiable por su control y baja incidencia, junto con Canarias, respecto a la mayoría de los territorios de la Península. Es un dato reconocido incluso por el prestigioso Instituto Robert Koch. Sin embargo, este mismo organismo y el propio Gobierno alemán desaconsejan a sus ciudadanos que salgan del país para no favorecer la expansión del virus. Alemania, como otros países europeos, están registrando un notable repunte en la cifra de contagios, circunstancia que introduce un elemento de incertidumbre respecto a la incipiente apertura de los establecimientos turísticos en las Islas.
Máxima prudencia.
Este mismo fin de semana han llegado los primeros vuelos con turistas a las islas, un destino que no ha perdido su atractivo en uno de nuestros principales mercados emisores. Sin embargo, ello no debe ser un pretexto para bajar la guardia. Más allá de las recomendaciones de las autoridades alemanas, Balears debe hacer un control efectivo en la llegada de visitantes –nacionales e internacionales– en avión y en barco. Sin garantizar nuestra seguridad sanitaria frente a la COVID-19, será imposible la temporada turística y eso si las restricciones en el exterior también son eficaces.