La incorporación ayer de Fanny Tur al Govern, como nueva responsable de Cultura, Participació i Esports, obligó a realizar la tercera fotografía de la legislatura del equipo que dirige la presidenta Armengol. El acto que debería dar por cerrada la crisis provocada por la salida de Ruth Mateu del departamento, como consecuencia de la contratación irregular de la empresa del exjefe de la campaña electoral de Més, se ha convertido en un episodio más del enfrentamiento interno entre el PSIB y Més en el seno del Pacte; en esta ocasión por el nombramiento de un cargo en el organigrama de la conselleria. Lo ocurrido es una muestra más de la torpeza con la que se ha gestionado la situación, además de mostrar de manera descarnada los recelos entre los grupos que dan su apoyo parlamentario al Govern.

Renovación total. Tratar de rescatar al anterior director general de Transperència, Miquel Gallardo, para darle continuidad junto a Tur –como pretende Més–, una pretensión que se veta desde el PSIB, es el eje de la discrepancia que prolonga la sensación de improvisación y descoordinación en el seno del Govern. Los errores cometidos por Més en su relación desde el Govern con las empresas de su exjefe de campaña son evidentes, hasta el punto de que han merecido la intervención de la Fiscalía. Por eso no se logra entender que trate de apuntalar a una de las piezas clave en el control de la limpieza de todos los procedimientos, cuyos fallos han sido clamorosos.

La independencia. La nueva organización del Govern adscribe el área de Transparència a la Conselleria de Presidència, que dirige Pilar Costa. Todavía no ha trascendido el nombre de la persona que asumirá esta responsabilidad, para lo cual es imprescindible un perfil de solvencia e independencia; único modo de recuperar el crédito perdido por todo lo ocurrido. No ayuda el hecho de que la presidenta Armengol haya rehuído hacerse cargo de esta delicada y trascendental competencia.