Las estafas, robos de información sensible y los delitos contra la intimidad son los ciberataques más frecuentes en el país. En muchas ocasiones, a través de nuestro teléfono móvil, como sucede con los últimos ciberdelitos perpetrados mediante el uso fraudulento de un código qr. Un caso ante el que la Policía Nacional ya ha tomado medidas alertando a los usuarios por redes sociales. Y es que, a mayor digitalización, mayor debe ser la ciberseguridad de la ciudadanía.
"Mucho ojo» con los códigos QR
Aunque ya existentes, la popularidad de los códigos QR aumentó durante la pandemia, ya que su uso permitió evitar contagios por contacto en superficies susceptibles de contaminarse con el virus, como las cartas de los restaurantes. Tras ello, su uso se expandió y normalizó hasta hacer de este tipo de código un elemento más en la era digital. Flanco que la delincuencia cibernética ha utilizado, sirviéndose de la confianza en éstos, para acceder a nuestros móviles.
Y es que, según la Policía Nacional, algunos códigos QR pueden ser «maliciosos» y descargar en cualquier dispositivo desde virus hasta malwares de todo tipo. Sin embargo, librarse de uno de estos ciberataques es sencillo si se tienen en cuenta un par de advertencias. Por ejemplo, según recomienda la policía en redes sociales, cerciorarse de que no se trata de una pegatina sobre el QR original antes de escanearlo, corroborándolo con el responsable de ese adhesivo.
Asimismo, los cuerpos de seguridad animan a tener «mucho ojo» si la web a la que nos dirige el código QR en cuestión nos pide cualquier dato personal o dinero, independientemente de la cuantía. Animando a denunciar en caso de dar con el posible ciberdelito y, sobre todo, instalar un software de ciberseguridad en nuestros dispositivos para alertar sobre el fraude. Medidas que prometen devenir en protocolos digitales frecuentes ante el auge de la ciberdelincuencia.
Un billón de dólares: el valor global de la ciberdelincuencia
Según los datos de Statista, pasando de los 785 millones en 2015 hasta los 1.802 millones en 2022, los ciberdelitos han aumentado un 130% a nivel global en menos de una década. Su valor global es tal que, sumándose a algunos de los delitos de mayor peso económico como el narcotráfico o la trata de seres humanos, ha alcanzado el 1,5% del PIB mundial, llegando así al billón de dólares. Cifras que, ante los avances digitales y tecnológicos, podrían crecer más.
De hecho, según declaraciones a Channel Partner de Ignacio González, subdirector del Centro de Coordinación Nacional (NCC) del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), pese a su baja percepción, «la tendencia real es creciente». Y los ingresos de la ciberdelincuencia, según el director general de Secure&IT, Francisco Valencia, ya «mueve casi el doble de dinero que el tráfico de drogas, armas y trata de personas juntos». En España, el caso no es distinto.
España: más ciberseguridad, más ciberdelitos
Aunque, a nivel Europeo, se sitúe como el tercer país con menor riesgo de ciberamenazas por su nivel de ciberseguridad —con una puntuación de 88,6, por debajo de Bélgica y Finlandia—, la realidad es que España se encuentra entre los 10 países con más víctimas por ciberdelitos a nivel mundial. Pese a ocupar el décimo lugar de la lista, elaborada por la empresa holandesa de ciberseguridad Surfshark, habiendo escalado dos posiciones en el transcurso de un año.
Entre los ciberdelitos más comunes en el país destacan el ransomware —secuestro de datos sensibles de una empresa cuya liberación depende del pago de un rescate—, y el phishing —suplantación de las identidades de organismos públicos o empresas que solicitan información bancaria a la víctima. Pero, así como los mencionados códigos QR, también existen muchas más ciberamenazas, que van desde los delitos sexuales y el fraude hasta las coacciones.
En muchas ocasiones, delitos que, a ojo experto, podrían evitarse de configurar y mantener actualizados los sistemas, a menudo víctimas de ataques de fuerza bruta que logran vulnerar su protección si existe alguna grieta en su ciberseguridad. Un problema cada vez más común y para el que habrá que prepararse con más educación digital tanto en el uso habitual como en la defensa de nuestros dispositivos, cada vez más dependientes de la red y sus lobos virtuales.