March destaca que el hecho de que haya más o menos dopamina influye directamente en el deseo y las ganas que se tienen de ver a otra persona. «Está implicada en la seducción y en el deseo, pero en la etapa previa. Además, cuando nos enamoramos y sentimos una atracción muy fuerte por la otra persona, se libera una corriente dopaminérgica tremenda, porque precisamente es lo que te empuja al otro». En esta línea, «es importante recordar que una de las funciones que tiene la dopamina es la de generar placer como recompensa antes de conseguir un objetivo marcado; esto potencia que la tarea se repita en futuras decisiones. Mediante este mecanismo (en el que no solo interviene la dopamina) se puede explicar el funcionamiento del cerebro ante una adicción. Así, las drogas intervienen en los circuitos dopaminérgicos del placer y promueven que el consumo de este tipo de sustancias se conviertan en la prioridad de la persona».
Esta hormona se produce de forma natural en nuestro cerebro. «No podemos controlarla», señala March. Aunque informa que «es posible crearla en el laboratorio, no se puede administrar directamente. La barrera hematoencefálica, que permite que ciertas sustancias lleguen o no al cerebro, no deja pasar la dopamina. Sin embargo, existe una forma de proporcionarla: la levodopa, un precursor de la dopamina, que sí es capaz de atravesar dicha barrera y convertirse en este neurotransmisor».
Anticipa el placer
La dopamina ayuda a la anticipación del placer. «No solo comer el plato favorito activa el sistema dopaminérgico, también lo hace pensar en ello y anticiparse en el tiempo. La dopamina te prepara para ese futuro placer. Sabemos que se trata de la anticipación o motivación de la misma. Es decir, la dopamina es la sustancia que nos empuja a hacer ciertas cosas, que nos motiva».
El experto subraya que «la liberación de esta molécula genera una respuesta en el cerebro, que viene acompañada de un tsunami químico de neurotransmisores. Son pocos los elementos que agrupados producen esta sensación: el sexo, la comida y las relaciones sociales. Otros pueden ser el deporte, la meditación, o las sustancias psicoactivas. Se denomina señal de refuerzo. Se libera antes de que obtengamos lo que nos gusta y nos avisa de que ese algo viene o está a nuestro alcance. Por ello, tenemos sensación placentera cuando pensamos en novedades».
¿Qué más provoca la dopamina?
El papel de la dopamina es mucho más importante, ya que esta molécula es uno de los doce transmisores principales y esenciales para el adecuado funcionamiento físico, emocional e intelectual de nuestro organismo. «Son las siete de la mañana y suena el despertador. Fuera llueve y las ganas de vestirte para ir a trabajar no son una motivación suficiente para ponerte en marcha. Pero hay algo que sí te anima, que te da el impulso necesario para que pienses 'allá vamos'. Es tu taza de café. Tu primera dosis de cafeína que, desde el primer sorbo, te conquista un día tras otro. Cuanto más piensas en ella, más la quieres. ¿Te suena? Es obra y magia de la dopamina, lo que ha llevado a etiquetarla como la hormona del deseo o de la motivación», expresa el citado especialista. En este punto, informa que «la dopamina permite que las neuronas se comuniquen entre sí, y gracias a ella, la transmisión de información y las respuestas emocionales, motoras y mentales se hacen realidad», expresa.
Las funciones de la dopamina en el día a día
Una de las más importantes es que regular el estado de ánimo. «El estado anímico de las personas depende, en cierta medida, de los niveles de dopamina. Está ligada a aquellas sensaciones positivas que producen placer y bienestar, alegría o euforia. Sin embargo, actúa como un arma de doble filo: la dopamina motiva a realizar o buscar actividades agradables, pero también puede conllevar a adicciones».
También es fundamental su función locomotora y muscular. «Los neurotransmisores permiten que la información que recibe el cerebro, se reconduzca a los músculos. Así, podemos correr, saltar, coger objetos». No menos importante es la de regular el sueño. «La dopamina toma parte en el control del sueño ajustando el reloj biológico presente en cada persona. Se encarga de que sus niveles se adapten al momento del día en el que estamos». Además genera una buena salud cardiovascular, manteniendo la presión arterial y la frecuencia cardíaca en sus niveles adecuados; al tiempo que promueve una buena memoria. «La dopamina mantiene la información recibida en la memoria a largo plazo, y hace que no se olvide, por lo que participa en el aprendizaje», destaca March.
Otra de sus funciones es facilitar una tendencia a la creatividad. «Este neurotransmisor impacta en la creatividad al estar determinada por la generación de ideas positivas, coherentes y claras». También «favorece una regulación del peso corporal. Se cree que las personas con menor cantidad de dopamina tienden a buscar reforzadores externos que la produzcan. En este sentido, la comida es uno de ellos, por ello los sujetos con obesidad podrían ingerir cantidades más grandes de alimentos para generar este placer».
El especialista en Salud Pública resalta que la citada hormona ayuda a regular la sociabilidad. «La producción de dopamina influye en cómo nos relacionamos con otras personas. Si existe una alteración, tanto por exceso como por defecto, pueden aparecer trastornos como la esquizofrenia, las fobias sociales o el trastorno bipolar, entre otros».
Otro de sus efectos es el deseo de emociones fuertes. «Aquellas experiencias que se consideran fuertes (tirarse en paracaídas, las atracciones o las actividades de terror) producen picos de esta molécula, dando paso a una sensación posterior de relajación y bienestar». Además, interviene en nuestra personalidad. «Se ha observado que las personas con valores más altos de dopamina sienten más miedo y se estresan con mayor facilidad, que aquellos que tienen niveles más bajos y viven las situaciones con calma y autoconfianza».
Influye en la personalidad
March también resalta que «este neurotransmisor influye en la personalidad de cada persona. Es más, la molécula protagonista podría ser uno de los factores a valorar para determinar si una persona es más cobarde, más valiente, más seguro o más inseguro». Lo mismo sucede con las las emociones. «Un estudio concluyó que la disponibilidad de dopamina en determinadas regiones cerebrales de adolescentes les llevó a ser demasiado optimistas y a asumir riesgos muy altos». También se ha visto que la dopamina regula las interacciones sociales de la persona. Por ejemplo, los individuos con fobia social presentan una tendencia a liberar menos dopamina en el sistema nervioso.
Otra de las claves es que «la dopamina se ocupa de gestionar la duración de la información, los recuerdos, considerando si solo los retienes durante 12 horas para después hacerlos desaparecer, o si guarda dicha información durante más tiempo. Precisamente, el momento del fenómeno en el que decidimos si guardamos o no el recuerdo está relacionado con el aprendizaje significativo. Si ese algo que hemos recibido nos satisface, la dopamina activa el hipocampo para que retenga esa información. Por el contrario, si no lo activa, estos datos no se almacenarán en nuestra memoria y formarán parte del olvido».
A más estrés, más dopamina
Determinados estudios muestran que durante un período de estrés o ansiedad, los niveles de dopamina se reducen y cambian la forma que tienen de metabolizarse. «Se ha visto que estos cambios no solo se producen en las dos regiones en las que se origina esta molécula, sino también en las zonas a las que llegan sus axones. Es más, el estrés crónico puede cambiar la cantidad de receptores de dopamina en las áreas que la reciben, lo que se relaciona con episodios de comportamientos depresivos. Se ha vinculado con la regulación del estado de ánimo. Por ejemplo, en el caso de la depresión. Esta enfermedad siempre se ha asociado a la serotonina, pero además de esta, también se ha relacionado con la noradrenalina. y dopamina. Sabemos que cuando existe un déficit de las tres, puede provocar depresión». Además, por la función que ejerce sobre el control motor, se sabe que la dopamina está relacionada con el párkinson. Es precisamente este déficit lo que genera las alteraciones a nivel motor tan propias de esta patología.
Un déficit de dopamina puede generar la sensación de debilidad, falta de ilusión, desinterés o incluso, depresión. «La escasez o exceso de dopamina alterará uno u otro circuito por los que circula. Si el déficit de dopamina se produce en el circuito que va a la corteza prefrontal puede producir síntomas cognitivos muy marcados, como que la persona tenga dificultad para tomar decisiones, en la memoria de trabajo o en las funciones ejecutivas. En la esquizofrenia con sintomatología negativo también se da este déficit en la corteza prefrontal».
Los síntomas más comunes para reconocer una escasez de dopamina son fatiga, patrón del sueño alterado, falta de interés general y de motivación, no sentir placer, síndrome de piernas inquietas, aumento de peso, tristeza, culpabilidad, comportamientos impulsivos y autodestructivos, así como falta de memoria o concentración. Por el contrario, se ha comprobado que un exceso de dopamina puede relacionarse con las adicciones o con la sintomatología positiva de la esquizofrenia.
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