Los zurdos siempre se han visto envueltos en un halo de misterio. En la Edad Media, ser zurdo era muy peligroso. La Inquisición llegó a quemar a miles de personas al considerar que, por ser zurdas, eran «servidores de Satán». En las últimas décadas, aunque el prejuicio no ha sido tal, las personas zurdas han tenido que seguir haciendo frente a numerosos estigmas. Se consideraban que era signo de mala suerte y a los pequeños se les presionaba para que utilizasen sus extremidades derechas. En contraposición, en los últimos años se ha popularizado la idea contraria, asociando el hecho de ser zurdo con la genialidad y ejemplificándolo con ilustres personalidades zurdas, como Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, van Gogh o Beethoven.
Hemisferio derecho e izquierdo
El hecho de ser zurdo o diestro se produce por el proceso de «lateralización», esto es, la diferenciación que se produce entre el hemisferio izquierdo y el derecho. Mientras el primero, por lo general, se especializa más en el lenguaje y en el control de las emociones, el derecho se vuelca en el pensamiento espacial, la percepción de las emociones y el reconocimiento facial. No quiere decir que en ciertas actividades solo trabaje una parte del cerebro. Este siempre está en marcha, al completo, pero sí que en determinadas funciones una u otra parte trabajan con mayor rendimiento. En el caso de ser zurdos, estos presentan el hemisferio derecho más desarrollado, potenciando así el razonamiento espacial.
Investigadores de la Universidad Ruhr de Bochum de Alemania apuntaron en 2017 en un artículo científico de la prestigiosa revista Life que, según sus estudios, la causa por la que algunas personas son zurdas viene no del cerebro, como se pensaba, sino de la médula espinal. En el vientre materno, alrededor de las ocho semanas de gestación, ya se observaban en sus análisis diferencias en la carga genética de esta parte del cuerpo -encargada de controlar el movimiento de piernas y brazos- entre zurdos y diestros.
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