«Pensé que iba a morir», contó hoy a Efe un polaco de 31 años, Eitan, que prefirió no revelar su apellido, mientras se recupera en un hospital de Katmandú, con las manos congeladas.
Eitan permaneció al aire libre a 5.000 metros junto con varios compatriotas y un israelí la noche del martes 14 de marzo al miércoles, antes de ser rescatados.
Otras 12 personas, de las 29 fallecidas en distintos puntos de la montaña nepalí, no tuvieron tanta suerte y perdieron la vida en la zona del Annapurna en la que se encontraba el grupo de Eitan.
Esta docena de personas pereció después de cruzar el paso de Thorung La, que a 5.416 metros es la máxima altitud en esta ruta.
Alrededor de 300 personas, entre ellas Eitan, habían pasado una noche en el único refugio abierto en la zona, a 4.850 metros, en el denominado Campo Alto situado antes de esa cumbre.
Los senderistas comenzaron a salir de la cabaña en tandas a partir de las tres de la madrugada del día siguiente, según los testimonios de propietarios de albergues en la aldea de Muktinath y la localidad de Jomsom, que se encuentran justo después del paso.
«Por lo que he oído, aquellos que se fueron más pronto sobrevivieron a la ventisca», declaró a Efe el propietario de un hotel en Jomson, Krishna Mohan Gauchan.
«Siguieron a las mulas que había con ellos y las mulas no se pierden del camino», aunque entonces estaba cubierto de nieve, aseveró el propietario.
Eitan salió hacia las 4 de la madrugada, «cuando estaba nevando, porque nos dijeron que pasaría en una hora» la tormenta de nieve.
Sin embargo, en la montaña nadie parecía saber que la fuerte ventisca era algo inusual en esa ruta durante en esta época del año, que suele ser ideal para el senderismo por el buen tiempo en las montañas de los Himalaya.
Nadie era consciente de que el repentino mal tiempo era uno de los efectos del paso de un ciclón por la vecina India, advertido por los meteorólogos en Nepal, aunque a los senderistas no les llegó ningún aviso.
Cuando el grupo de Eitan llegó hacia las diez de la mañana a la cima, encontró a un centenar de personas hacinadas en una cabaña de apenas diez por cuatro metros cuadrados de espacio, con escasa visibilidad en el exterior por la ventisca.
«Nadie sabía qué hacer», recordó el polaco, y aunque algunos intentaron el descenso, pronto volvieron porque no encontraban el camino en medio de la nieve y los fuertes vientos.
El propietario del refugio advirtió entonces que iba a cerrar la cabaña y se ofreció a guiar el descenso a cambio de 1.000 rupias nepalíes por persona, unos 10 dólares.
Tras un regateo, unas 70 personas aceptaron pagar la mitad en ese momento y el resto al llegar a Muktinath. Los restantes senderistas decidieron permanecer en el refugio y esperar al miércoles.
«En el camino encontramos a una chica gritando para pedir ayuda. El propietario dijo que tenía mal un pie y estaba acabada», antes de desaparecer de la vista del grupo, manifestó Eitan.
Los senderistas siguieron caminando en la oscuridad y se fueron separando, ya que algunos se quedaban atrás.
Sobre las once de la noche, Eitan, otros dos polacos y un israelí optaron por detenerse, agotados, y «fue cuando me dije que iba morir. Al menos podía hacerlo de una forma confortable, por lo que saqué algo caliente de la mochila y lo puse en el suelo».
«No teníamos ni comida ni bebida. Nuestra agua se había congelado e intentábamos calentarla», lamentó.
Cada cuarto de hora se preguntaban los unos a los otros si seguían vivos, hasta que al amanecer reanudaron la marcha y a las pocas horas fueron rescatados.
Mientras, alrededor de un centenar de personas siguen aún sin ser localizadas en las montañas nepalíes.
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