«Me han dicho que no salga, que no visite a mis amigos. Si quiero ver a mis padres o comprar comida, sólo puedo ir en su coche», explicó Liu en una entrevista telefónica con el diario británico The Guardian. Desde que visitase el pasado domingo a su marido en la cárcel donde cumple una condena de once años por incitar a la subversión contra el Estado, Liu tiene sobre ella los ojos de Pekín.
La esposa del disidente indicó que la Policía ha rodeado su vivienda, de la que apenas sale. «No hablo con mis vecinos porque no quiero meterles en problemas», lamentó.
Liu Xiaobo pidió a su mujer que acuda a Oslo en su nombre a recoger el Nobel de la Paz, un reconocimiento por el que las autoridades chinas ya se han mostrado abiertamente críticas, tanto con el comité encargado de la concesión como con el Gobierno noruego. Sin embargo, Liu se pregunta cómo va a cumplir el deseo de su marido: «Si ni siquiera puedo salir de mi casa, ¿cómo voy a salir del país?».
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