El turismo español , tal y como los conocemos actualmente, se debe en gran medida a la visión y al trabajo de Gabriel Escarrer Juliá. Le conocí en 1974. Yo dirigía la Oficina Española de Turismo en Estocolmo. El acudía para sus entrevistas con los turoperadores suecos. Puse a su disposición un modesto despacho del que no salía hasta que había realizado el trabajo. Acudía a las fiestas por obligación. Llevaba en la mano un vaso con alguna bebida para defenderse y evitar que se lo llenaran de nuevo con alguna bebida alcohólica, pues a su modestia unía su austeridad. Era igual de parco con la comida.

La evolución de sus empresas es bien conocida. En parte se hizo a golpe de adquisiciones, la primera fue la de Hotasa, 32 hoteles procedentes del grupo Rumasa en 1984 que fue informada favorablemente por el Ministerio de Transportes y Turismo que dirigía Enrique Barón y en el que yo figuraba como director general de promoción del turismo. Ese mismo año y a propuesta mía, el ministro le concedió la medalla de oro del turismo, el primer gran reconocimiento de los muchos que después recibió y que siempre me recordaba con agradecimiento.

El año siguiente mi mujer y yo le acompañamos a él y Ana María a Bali para la inauguración de su primer hotel fuera de España , en la playa de Nusa Dua. También fue el primer hotelero español que apostó por Cuba . Así comenzó su gran aventura por todo el mundo.

Gabriel mantuvo su modestia todo el tiempo. No era amigo de faustos. Durante años tenía una pequeña oficina en el lobby del Meliá Victoria en Palma donde cada tarde comprobaba la ocupación de todos sus hoteles. Cada vez que iba a Palma pasaba a saludarle y a veces le acompañaba a comer con sus amigos de toda la vida a un restaurante sin pretensiones en Playa de Palma, donde pagaban a escote . En ocasiones me llevaba personalmente al aeropuerto, por supuesto sin conductor. Cuando le visité en su mansión de Son Vida, me enseñó un pequeño despacho donde trabajaba cuando estaba allí. El resto era exhibición para los posibles inversores. Su vida, tan rica, fue siempre sencilla.
Nunca olvidaré el lujo que ha sido para mí disfrutar de su amistad. Mi mujer y yo acompañamos a Ana María y sus hijos en su sentimiento.