La tesis de que el Gobierno central favorece al aeropuerto madrileño en perjuicio del catalán ha calado en sectores nacionalistas que no quieren ver la realidad. Ni AENA ni las compañías aéreas que operan, o puedan operar en cualquier aeropuerto español, se mueven por motivos políticos sino que tienen que responder ante sus accionistas, por lo que buscan la maximización de los beneficios. El Ministerio de Fomento no recomienda aeropuertos y las compañías no le harían caso si lo hicieran.
En realidad El Prat es un aeropuerto en rápido crecimiento por el que han pasado 40 millones de pasajeros en el 2015 frente a los 47 de Barajas, pequeña diferencia comparada con la del tráfico de mercancías, en el que el volumen del segundo es tres veces superior al del primero.
La diferencia, claro, está en los movimientos intercontinentales, en los que lleva ventaja el aeropuerto madrileño, mientras que las compañías de bajo coste dominan en el catalán.
Quizás el político nacionalista no quiera recordar, pero el economista seguro que sí lo hace, el último intento de olvidarse del mercado. El tripartito presidido por Montilla quiso convertir a Spanair en la aerolínea de bandera de Cataluña con el objetivo de convertir al aeropuerto de Barcelona en un centro neurálgico intercontinental. La aventura se saldó con un concurso de acreedores de más de 400 millones de euros. O el caso del aeropuerto de Lérida, que costó el doble de lo previsto (90 millones de euros) con cargo a los presupuestos de la Generalitat, y tiene que ser subvencionado cada año porque su tráfico es una décima parte del previsto.
1 comentario
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Ya, y cuando se hacen los AVEs también se hacen respondiendo a criterios estrictamente económico ¿verdad? Ese cuento de que las corporaciones no tienen identidad y no les influye la política, especialmente la Iberia en la Esoaña de las maravillas de Aznar no se lo cree nadie.