Los fundadores de Cárnicas Viper tienen acumulada una larga trayectoria de casi cuatro décadas en la distribución de carne y pescado a toda clase de colectivos como hoteles, restaurantes, hospitales o colegios. Vicente Carreras y Pedro Pons se conocieron siendo empleados en otra empresa del mismo sector, en la que estuvieron diecisiete años compartiendo responsabilidades hasta que decidieron emprender por cuenta propia. Dos perfiles profesionales distintos pero muy complementarios que sellaron una gran amistad y que los convirtió finalmente en socios. Para muestra un botón: el acrónimo VIPER responde al nombre de ambos. “Tanto Pedro como yo empezamos trabajando desde abajo, en mataderos de carne, en compra y venta de ganado, aprendiendo a hacer un poco de todo y ganando experiencia día a día”, explica Vicente Carreras. “De hecho, además de amigos, éramos también primos lejanos pero no habíamos coincidido hasta que nos encontramos en el mercado profesional”, añade Pedro Pons. Alquilaron una nave de 470 metros en es Castell y empezaron los dos solos en febrero de 1995 aunque al arranque de la temporada turística, a finales de marzo, ya tuvieron que contratar a personal. “Éramos un repartidor, un carnicero y nosotros dos. Teníamos una furgoneta para las visitas y un pequeño camión para el reparto. Así empezó todo”, explica Carreras.
El crecimiento fue prácticamente exponencial porque en cinco años se plantearon ampliar sus instalaciones con un traslado al polígono industrial de Maó. “El cliente fue el que nos hizo crecer en pocos años porque nos pedía cada vez más cosas. Productos frescos pero también congelados que tuvieran una garantía de calidad al mejor precio. Al principio, piezas más enteras pero con el paso del tiempo preferían la carne cortada o fileteada para poder ajustar mejor los costes y evitar los tiempos de manipulación”, detalla Pedro Pons. Sin prisa pero sin pausa hicieron el salto de un negocio pensado para sacar dos sueldos y poco más a un negocio que hoy en día emplea 20 personas. “Nos trasladamos a Maó en el año 2002 pero los dos años previos fueron especialmente duros. Por un lado, la crisis de las vacas locas en el año 2000 nos hizo sufrir la caída de confianza en el producto, y por otro lado, el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York nos hizo temer por las consecuencias que podía traer al negocio turístico, alimento de nuestros clientes. En aquel momento estábamos invirtiendo casi dos millones de euros en las nuevas instalaciones y no teníamos nada claro nuestro futuro”, añade Pons.
El ambicioso traslado a unos terrenos de más de 2.600 metros cuadrados, de los cuales construyeron 1.770 metros, fue todo un acierto. Les permitió dotarse de los últimos avances técnicos del sector de la alimentación con maquinaria, salas de manipulación y equipos de frío industrial avanzados para poder garantizar en todo momento la calidad del producto final. “Nos pudimos abrir también a otros congelados como las verduras o los precocinados, además de la carne y pescado que ya manipulábamos y distribuíamos, aportando máximas garantías sanitarias y de trazabilidad”, comenta.
Estos últimos años, sin embargo, el mercado alimentario también ha sufrido la crisis económica con una caída importante de las ventas, que ha deteriorado mucho los márgenes comerciales. “El problema ha desembocado en una competencia muy feroz en la que, para poder facturar lo mismo, tenemos que trabajar el doble. Por suerte, hemos contado con la confianza del cliente y el compromiso de nuestra plantilla”, puntualiza.
DE TODO EL MUNDO. Actualmente Cárnicas Viper distribuye productos de todo el mundo. En el mercado de la carne, por ejemplo, reciben ternera de Girona, de Irlanda, de Alemania, de Uruguay o de Estados Unidos, en función de la oportunidad de mercado. “Conocemos bien las zonas productoras, las razas, la alimentación del ganado, y esto nos permite analizar si el precio que nos están ofreciendo encaja con la calidad que queremos brindar a nuestros clientes. Evidentemente también tenemos carne de Menorca porque la ternera o el cordero local, por ejemplo, son de una excelente calidad. Nos gusta también poder aportar nuestra experiencia al restaurante que abre por primera vez y va un poco de primerizo. “Comprar a un precio más barato significa también que el rendimiento de aquel producto será menor”, explica Vicente Carreras. “Cada día aprendes algo nuevo y esto es siempre enriquecedor en todos los sentidos y transmitir confianza en el producto que estamos vendiendo es siempre nuestro objetivo”, añade. “Por ejemplo, este año hemos invertido en la instalación de un túnel de congelación que garantiza unas condiciones óptimas en el proceso de ultracongelación”, señala. La empresa también dispone de un pequeño laboratorio que sirve de banco de pruebas para probar y cocinar nuevas carnes o pescados antes que se incorporen a su extenso catálogo.
Este año, Vicente Carreras y Pedro Pons cumplirán 58 años pero siguen al frente del negocio con la misma intensidad e ilusión. Todavía no hablan de relevo generacional pero la realidad es que, de forma progresiva, la segunda generación ya se ha empezado a incorporar a la empresa. Saben que el principal reto de futuro será la continuidad al mismo nivel en medio de un mercado muy competitivo.
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